Con las 24 Horas de Nürburgring como telón de fondo —se están celebrando en estos momentos sobre el viejo Nordschleife—,
y las 24 Horas de Le Mans asomando las orejas en el horizonte, me ha
venido a la cabeza un pequeño debate que mantuve no hace mucho al
respecto del valor de las estrategias en F1.
Independientemente de que considero que en cualquier modalidad
deportiva existe un componente estratégico ineludible y notable, las
posibles comparaciones con la F1 se me terminan ahí, debido entre otras
cosas, a que nuestro bendito deporte las diferencias son mínimas entre
vehículos y por lo tanto, el meollo estratégico de la competición se
reduce ahora mismo a una simple gestión de la duración de los
neumáticos.
En resistencia, ya que mi amigo la aludía, las diferencias
entre coches pueden llegar a ser abrumadoras cuando existen diferentes
categorías correindo la misma prueba. Advierto que digo esto desde la
ignorancia que supone no ser asiduo de esta preciosa disciplina desde
que Audi barriera a la competencia a este lado del Atlántico y al otro.
Vamos, que entre unas cosas y otras ando un poco descolgado hace casi
una década, aunque el año pasado pude disfrutar de la que seguramente
pasará a la historia del deporte del automovilismo, como las 24 Horas de
le Mans más grandiosa… ¡Vaya final de carrera, y vaya horas anteriores!
No me distraigo. Quiero decir con todo esto que como aficionado
endemoniado que fui, tengo por fortuna los rudimentos suficientes como
para saber que en resistencia, entre unos competidores y otros a
veces hay un abismo. Por mecánica, por cilindrada, por aerodinámica,
por pilotos, por prestaciones brutas y netas, las cosas son muy
diferentes entre unos coches y otros, pero como compiten todos juntos,
lo normal es que la cosa se resuelva en los garajes más que en la pista:
gestionando los turnos de los conductores más veloces y los más
consistentes, la localización en carrera de las cargas de gasolina o los
relevos, las posibles reparaciones, la duración de los compuestos y
multitud de variables que en la F1 sencillamente no existen.
De manera que podríamos convenir en que el despliegue estratégico que requiere una prueba de resistencia
se parece mucho al que usa un jugador de ajedrez para situar sus piezas
en el tablero y en cómo las mueve con el objetivo de vencer al
contrario a base de apretarle, quitarle el aire, desasosegarle,
obligarle a que cometa errores o sencillamente a que se rinda; mientras
que en una carrera de F1, el asunto se circunscribe a saber de cuántos
juegos de neumáticos se dispone, y a aprovecharlos de la mejor manera
posible según sean de halagüeñas o desfavorables las posibilidades que
tiene en cada circuito la escudería de que se trate.
Honestamente tengo que decir que no veo nada malo en todo esto, que
simplemente me parecen cosas absolutamente diferentes que nunca deberían
mezclarse (así se lo dije a mi amigo). Que incluso comprendo que cuando
alguien escucha la palabra estrategia, piense inmediatamente
en generales y despliegues bélicos… Pero no, no se pueden mezclar
churras con merinas por mucho que se le antoje a Bernie Ecclestone
establecer puentes con algo que sencillamente no admite equiparación
posible, o por mucho que los profesionales de los medios de comunicación
traten de ensalzar una labor que bien mirada tampoco da para tanto.
En la F1, el componente estratégico que afecta a la competición es
importante, no soy tan obtuso para negarlo y no voy a hacerlo, pero
tiene ribetes que lo convierten en algo bastante más ramplón y
sencillote que el que se maneja en disciplinas más épicas, como la resistencia,
precisamente. De manera que por mucho que a veces se quiera jugar al
despiste como si todo fuese igual y cupiese en el mismo saco, y lo que
ocurre allí funcionara de idéntica manera acá, hay que darle al César lo
que le corresponde, y si es un valor menor, como parece el caso, pues
que lo sea, porque a cambio, la F1 tiene sus propias cosas que
la hacen grandiosa: la velocidad y la búsqueda del límite, por ejemplo,
aunque esta última ande de un tiempo a esta parte de capa caída.
Os leo.
Os leo.
Escribí algo relativo a esta entrada, pero parece que sólo se publicó en otra página, así que aquí hago un copio y pego:
ResponderEliminarMenudo cambio de cara! Felicidades por la página Jose!!!
Y ahora al lio. Por una vez te voy a llevar la contraria:
Tal vez sea por mi formación matemática, lo cierto es que si yo trabajara en el circo de la F1, seguro que sería estratega. Estoy plenamente convencido de que un buen equipo en el muro dan un montón de sabrosos puntos a final de año. Porque a nadie se le escapa que un buen coche, un buen piloto, si es mal dirigido pierde puntos con asombrosa facilidad. Y no sé, me viene a la cabeza Mark Webber…
Tampoco quiero sentar aquí una tesis doctoral. Como bien apuntas este año la clave está en tratar bien los neumáticos. Y como muestra basta un botón: la última carrera, con tres coches que llegaron a meta separados por unos pocos segundos. Y lo hicieron con estrategias distintas. Maldonado y Alonso entraban pronto y Kimi se esperó más. De hecho, Kimi nadó a contracorriente y casi le salió bien. Alonso pudo haber seguido su estela y esperar unas vueltas más y hacer el último stint más corto. Nunca sabremos el resultado, lo que sí tengo claro es que copiar a tu rival no te va a dar ventaja sobre él.
En fin, que de esto podemos hablar horas y horas. Un placer como siempre!