Posiblemente
por haber pasado interminables horas de mi infancia y primera juventud
ante el televisor, visionando kilómetros de cine bélico cuyo olor a
pólvora se te pegaba a la piel como el sudor después de un partido de
pelota con los amigos, cada vez que escucho o leo que la F1 vuelve a
Europa, imagino inmediatamente enormes barcazas de asalto a punto de
tomar las playas de Normandía bajo el fuego enemigo, los cañonazos y el
zumbar de los aviones de uno u otro bando.
Pero
el caso es que nuestro querido deporte vuelve al lugar donde nació y
del que tal vez jamás debería haberse alejado tanto, y ni hay tiros ni
gritos, sino muy al contrario, abundante colorido y un puñado de
renovadas esperanzas que se batirán el cuero por sobrevivir intactas
hasta el verano, sobre el asfalto de una serie de circuitos que a su
manera y salvo en el caso de Valencia, han visto rodar un buen monton de
temporadas.
Este
año se ha caído Turquía y ha sido sustituido por un Gran Premio de
Europa que adelanta su hora a finales de junio, momento en que el
ejército de Bernie volverá de Canadá otra vez a Europa, después de haber
hecho pellas, pero en general, desde la próxima cita en España a la de
Italia, a comienzos de septiembre, casi se podría decir que estaremos a
un paso de poder ver un RB8 o un MP4/27 esperando a que pasen los
peatones en cualquier semáforo de nuestras ciudades, porque la F1 va a
estar muy cerquita.
Y uno lo agradece, para qué voy a negarlo, porque todos ellos son trazados con idiosincrasia, que diría aquél, con una cierta tradición automovilística que los hace muy diferentes a los firmados por Hermann Tilke.
Así,
se nos vienen encima después de Montmeló, nada menos que Mónaco,
Silverstone, Hockenheim, Hungaroring, Spa y Monza, a los que si sumamos
el Gilles Villeneuve de Montreal, configuran todos ellos una hermosa
panoplia de situaciones diferentes, realmente diferentes, en las que
poder disfrutar como jabatos de una temporada que llega a ellos bastante
cerrada en composición pero muy abierta en posibilidades, con un
Sebastian Vettel que encabeza la tabla general de conductores a un
suspiro de Lewis Hamilton y Mark Webber, a los que les siguen demasiado cerca,
Jenson Button y Fernando Alonso, y con un Nico Rosberg que tampoco es
que esté demasiado lejos, pues se encuentra a tan sólo 18 puntos de
diferencia con el líder.
Como
decía más arriba, el asunto este año llega muy abierto a Europa, pero
será en ella donde se comenzarán a suturar las posibles heridas
abiertas, donde habrá que intentar tomar posiciones que sirvan para
enfocar la defensa numantina o el vuelo rasante hacia la victoria
definitiva que debería empezar no más allá de Bélgica, donde será
necesario sumar la mayor cantidad de puntos posibles, pero esta vez a lo
grande, arriba, sobre el podio o en su caso en sus inmediaciones, donde
en definitiva se va a jugar realmente la temporada.
Tal
vez por éstas y algunas otras cosas más que iré desgranando a lo
largo y ancho de estos próximos meses, el desembarco de la F1 en nuestro
viejo y ajado continente me sigue llevando a aquellas tardes de sábado o
domingo, en las cuales, después de la comida o durante la merienda con
chocolate entre pan y pan, me sentaba ante el televisor para vivir a mi
manera un espectáculo que no por repetido dejaba de ser único.
Nos leemos.
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