En el deporte existe una evidente y marcada transferencia de valores intangibles que sancionan la relación que une de manera casi sagrada, al deportista y al seguidor que lo disfruta, a veces desde el interior mismo de su corazón.
Fanatismos aparte, que de todo hay en la viña del Señor, lo normal es que los aficionados tengamos claramente definidas nuestras filias y nuestras fobias, y que a cuenta de ello, nos enzarcemos como jabatos en esas eternas discusiones que se suscitan en listas de correos y foros, o blogs, o alrededor de un café, una copa o una comida, incluso de un miserable trayecto en metro o autobús, a cuenta de ver quién lleva razón.
En realidad nadie suele llevarla y todo se reduce a un campo de batalla verbal o escrito donde se dilucida de la mejor manera posible quién justifica mejor los errores que asume a regañadientes como propios, o acaso, quién canta más alto los triunfos que considera propios, ¡faltaría más!, para que la sangre jamás llegue al río y unos y otros esperen una nueva oportunidad para merendar al oponente con nuevos y mejores argumentos. Eso sí, avatar mediante.
Y es que los deportistas de élite, en este caso los pilotos, son sencillos avatares, sustantivaciones más o menos acertadas de nosotros mismos, perfectos desconocidos que nos llevan a la espalda como si fuésemos mochilas.
Por nosotros luchan de forma vicaria en los circuitos, rindiendo a los rivales o en el peor de los casos, mordiendo el polvo, de manera que somos nosotros quienes sufrimos en carne propia los errores del muro que sufren ellos, también el desfallecimiento de los neumáticos o la metedura de pata del mecánico de turno, por supuesto los ataques infames del hijoputa que siempre nos amarga la vida, o la estulticia irremediable del jefe de escudería que nos recuerda la ineptitud del que realmente tenemos, ése, sí, el mismo que nos machaca de lunes a viernes, el profesor que no nos entiende, el cliente que no quiere comprendernos, la esposa o el esposo, la novia o el novio, la amiga o el amigo que ya no nos mira como nos miraba antes...
Así las cosas, cada fin de semana de Gran Premio saltamos a la arena como perfectos gladiadores, aunque los que lo hacen de verdad se llaman Lewis, Nico, Jenson, Fernando, Sebastian, etcétera. Y nos jugamos la vida que hemos depositado en sus manos con tal de lograr la victoria o la suma de mayor número de puntos, calificando el sábado y tratando de doblegar al destino los domingos, sencillamente porque sentimos que nos representan, simplemente porque hemos elegido que nos representen.
Pero ¿qué pasa con los que no lo hacen?, ¿qué ocurre con los villanos; qué sucede con esos tipos a los que en definitiva no toleramos...? Mal que nos pese, ellos también nos retratan, aunque esta vez por el lado menos iluminado, y desde luego, son tan avatares de nosotros como los que parecen ensalzarnos en mitad de la nada.
Michael Schumacher tenía la ocurrencia el otro día, de cargar las tintas sobre el pobre papel desempeñado por las Pirelli en Bahrein, y a cuenta de sus quejas se han desatado sobre él mil y un infiernos: por arrogante, por estar donde no debe, por envidia a Kimi, por no saber aceptar que su tiempo ya ha pasado y por un sinfín de otras cosas más...
Al de Kerpen se le ha puesto de vuelta y media porque como villano no tiene par, no nos engañemos. Atesora lo que no está escrito en récords y triunfos, y produce mucha, demasiada envidia a su paso. Yo mismo he sido y sigo siendo muy crítico con él: parece estar mayor aunque sigue pareciendo competitivo en un ruedo anegado de chavales, pero la andanada que le han metido esta semana me ha permitido vislumbrar a hurtadillas la cara menos exportable de muchos amigos y conocidos, y por supuesto de profesionales, cosa que agradezco en el alma.
Os leo.
Le estaban esperando Jose, como a algunos de nosotros en algunas ocasiones.
ResponderEliminarSaludos
No puede soportar representar el peor retorno de un campeón y ser batido sistemáticamente por su compañero de equipo en las últimas 3 temporadas.
ResponderEliminarLa has bordado José, si bien estoy básicamente de acuerdo con chumi y contigo en cuanto al tema de las gomas, creo que todo es matizable, en las épocas en las que el motor petaba una carrera sí y la otra también si se exigía mucho supongo que los pilotos tampoco podían ir a tope todo el tiempo para cuidar motor, en otro momento había que cuidar gasolina, así que ni muy muy, ni tan tan.
ResponderEliminarY que maravilloso lo de los héroes y los villanos, no soy un hijo de la madre patria así que Fernando no es el héroe con el que me identifico, confesaré que mi héroe en la pista es Kimi, sobre todo por la indolencia de su personaje, sin duda que es el tipo más interesante de la parrilla, por el magnum, vamos!! increíblemente éste año no tengo villano, pero he tenido unos muy buenos, Reuteman, Jones, Prost, Chumi (el mejor villano como bien dices)y Hamilton que fue el último.
Un abrazo