Papá, ¿por qué flotan los coches?

Sí, anteayer descubría el por qué y la razón de la metedura de gamba de Ilse Aigner cuando echó por tierra el trabajo de los agricultores españoles, acusando a nuestro pepino de ser la causa de los males apocalípticos que asolaron el año pasado las tierras de la Merkel, gracias a Vettel, comprendí después de la carrera de Sepang que la palabra pepino no significa lo mismo para los mediterráneos que para los alemanes, porque para ellos, los de arriba del mapa de Europa, los que impidieron a Papandreu que Grecia se convirtiera en Islandia, un gurke es algo desdeñable, feo incluso, grosero sin duda.

Para nosotros, en cambio, un pepino es un Porsche 917, un 911, un Maserati 250F, un Bugatti Veyron, un Ferrari Daytona, etcétera, además de una sabrosa hortaliza que bien aliñada o en crudo, sabe a las mil maravillas, razón por la cual hay quien la venera hasta el punto de mostrarse incapaz de comer una ensalada en la que no esté presente.

Cuando escribí la reseña matinal sobre la carrera y dije sobre Sebastian que tiene que comprender rápidamente que se acabó lo de las vacas gordas, que atesora mucho más de lo que ha demostrado hoy, y que tiene la obligación de deleitarnos de nuevo porque tiene calidad de sobra, desconocía la ordinariez germana que le había dedicado a Narain Karthikeyan.

Tranquilos, no voy a meterme con Seb. Si es demasiado pronto para sacar conclusiones negativas sobre el F2012 o sobre el RB8, no voy a ser tan obtuso para no brindar al de Heppenheim un pequeño margen de confianza, al menos el mismo que estoy dando a su montura.

Aunque no se puede negar que el bicampeón está resultando este año bastante diferente al que vimos volar en 2010 y 2011, también en 2009, tampoco podemos renegar de la posibilidad de que esté acusando recibo de que las cosas han cambiado bastante y que por tanto se encuentre sumergido en un periodo de incertidumbre que resulta totalmente lógico, dada su juventud.

El alemán necesita adaptarse lo más rápido posible a la nueva situación, y como decía aquí mismo el domingo pasado, precisa comprender que defiende la corona del título mundial y que esta vez la cuesta para revalidarlo va a resultar mucho más empinada que de costumbre. El diseño de Newey no ha dado muestras de haber encontrado la tecla adecuada, incluso podría darse el caso de que no diera con ella en lo que queda de sesión, pero para eso están los buenos pilotos, para ir más allá de las carencias del vehículo que conducen.

No me cabe la menor duda de que Sebastian solucionará lo que está viviendo. Queda saber si lo hará pronto o demasiado tarde, lo que sería una pena, lo digo honestamente, pero todo va a pasar inevitablemente por erradicar de su cabeza la idea de que en la pista corre solo; que todos los equipos se llaman Toro Rosso y que obviamente por ello tienen obligación de cederle el paso; y desterrar la posibilidad de que Marko puede acercarse al garaje de HRT para recriminar a Karthikeyan como hiciera con Alguersuari en Corea. 

Vettel tiene que reinventarse a partir de sus propios mimbres, tiene que olvidar para aprender de nuevo. Mal que le pese, cuando las cosas se tuercen, se acabó lo de llevarse el dedo a la sien o gesticular desde su habitáculo como si fuese el dueño del mundo. También tiene que aprender qué significa pepino en las diferentes culturas del mundo, desde luejo bajar un poco los humos, y por supuesto comenzar a hacer preguntas sencillas sobre todo aquello que le rodea.

Yo le recomiendo que empiece por una: Papá, ¿por qué flotan los coches? Y si obtiene respuesta, ir un pasito más allá, haciendo otra: Papá, ¿por qué es tan duro sentirse solo?