«El
sable de luz de tu padre. El arma de todo caballero Jedi. No es tan
abyecta como las armas de fuego. Un arma noble, para tiempos más
civilizados.»
Michael Schumacher, vaya usted a saber por qué, se ha convertido en el eje de mis pensamientos mientras dibujaba estos días pasados. Tocaba darle un repaso al W03 que el de Kerpen conducirá este año, sí, tocaba, pero sin querer o queriendo, he recalado más de una vez en la historia del sable láser que le contaba un viejo Obi-Wan Kenobi a un bisoño Luke Skywalker cuando depositaba la solución del enigma en sus manos, y he presentido al Kaiser mirando la escena desde las sombras, y he visualizado fugazmente lo que puede estar haciendo el heptacampeón del mundo dejándose sus últimos días deportivos, embarcado en una historia cuyo final sólo saben Ross Brawn y los que le rodean.
Volver, ¿para qué? Esta fue la pregunta que me hice, como muchos, cuando el que fuera emblema de Ferrari durante la década pasada y algunos años más, decidió dar la espalda a su pasado para volver a tomar un volante de F1 entre sus manos, esta vez sobre un Mercedes. No supe o no quise contestarla, y me limité a sugerir que Michael sabría lo que se hacía cuando había dado tamaño paso...
Pero el tiempo ha pasado y él sigue ahí, reinventándose, sospecho, como hago yo mismo a estas alturas de mi particular película, buscando huecos inesperados donde encontrar al Michael que quedó arrumbado porque el otro, el oficial, devoraba kilómetros, títulos y récords, mientras se convertía en un mito imparable.
Desde esta perspectiva, Schumacher se habría pasado dos temporadas destruyendo al Kaiser para poder mirar a la cara a Michael. La cosa tiene suficientes dosis de épica como para no resultar rechazable hablando de un tipo que podría matarse si se cayera de su ego; y también dispone de una lógica aplastante, pues la cura de humildad que ha sufrido el de Kerpen en 2010 y 2011 nos sitúa ante la hipótesis de que su enorme ego resulta ahora un ego chiquitito, y que por tanto, el riesgo que tiene el alemán de descalabrarse ante un posible tropiezo, se ha reducido considerablemente.
Hay más. Si como intuyo, Schumacher busca al Michael que dejó atrás mientras se convertía en el eje sobre el que pivotaba toda la F1, resultaría del todo imprescindible que el primero se diluyera en su propia gloria para dejar paso al segundo, de manera que en la escena de cuyas entrañas entresacaba la frase que abre esta entrada, el Kaiser interpretaría a Obi-Wan y Michael haría de Luke, de ahí que mi cabeza se empeñara en sugerirlo tan nítidamente en Tatooine mientras mis manos dibujaban escenas de nuestro siglo XVI.
Lo comenté a cuenta de su última carrera en Spa: Schumacher parecía comenzar a divertirse en ese vigésimo aniversario que originó tantos debates. Mirado desde la óptica que propongo, podría ser que el viejo caimán hubiera encontrado en Bélgica a su aprendiz, firmando allí mismo y de manera definitiva el armnisticio con el señor mayor que había interpretado hasta entonces, y la paz con un pasado que le pesaba como una losa, todo ello en aras de que Michael pueda vivir la vida que le toca vivir, convenientemente mudada en una segunda oportunidad a la que se enfrentará armado con un viejo sable de luz y toda una vida llena de recuerdos.
Volver, ¿para qué? Esta fue la pregunta que me hice, como muchos, cuando el que fuera emblema de Ferrari durante la década pasada y algunos años más, decidió dar la espalda a su pasado para volver a tomar un volante de F1 entre sus manos, esta vez sobre un Mercedes. No supe o no quise contestarla, y me limité a sugerir que Michael sabría lo que se hacía cuando había dado tamaño paso...
Pero el tiempo ha pasado y él sigue ahí, reinventándose, sospecho, como hago yo mismo a estas alturas de mi particular película, buscando huecos inesperados donde encontrar al Michael que quedó arrumbado porque el otro, el oficial, devoraba kilómetros, títulos y récords, mientras se convertía en un mito imparable.
Desde esta perspectiva, Schumacher se habría pasado dos temporadas destruyendo al Kaiser para poder mirar a la cara a Michael. La cosa tiene suficientes dosis de épica como para no resultar rechazable hablando de un tipo que podría matarse si se cayera de su ego; y también dispone de una lógica aplastante, pues la cura de humildad que ha sufrido el de Kerpen en 2010 y 2011 nos sitúa ante la hipótesis de que su enorme ego resulta ahora un ego chiquitito, y que por tanto, el riesgo que tiene el alemán de descalabrarse ante un posible tropiezo, se ha reducido considerablemente.
Hay más. Si como intuyo, Schumacher busca al Michael que dejó atrás mientras se convertía en el eje sobre el que pivotaba toda la F1, resultaría del todo imprescindible que el primero se diluyera en su propia gloria para dejar paso al segundo, de manera que en la escena de cuyas entrañas entresacaba la frase que abre esta entrada, el Kaiser interpretaría a Obi-Wan y Michael haría de Luke, de ahí que mi cabeza se empeñara en sugerirlo tan nítidamente en Tatooine mientras mis manos dibujaban escenas de nuestro siglo XVI.
Lo comenté a cuenta de su última carrera en Spa: Schumacher parecía comenzar a divertirse en ese vigésimo aniversario que originó tantos debates. Mirado desde la óptica que propongo, podría ser que el viejo caimán hubiera encontrado en Bélgica a su aprendiz, firmando allí mismo y de manera definitiva el armnisticio con el señor mayor que había interpretado hasta entonces, y la paz con un pasado que le pesaba como una losa, todo ello en aras de que Michael pueda vivir la vida que le toca vivir, convenientemente mudada en una segunda oportunidad a la que se enfrentará armado con un viejo sable de luz y toda una vida llena de recuerdos.
Josetxu, has escrito uno de ésos ¿eh?...lo has vuelto a hacer XD
ResponderEliminarA mí la vuelta de Schumacher no me "encandiló" (con tu permiso) y, aún más, no me gustó luego verle --A SCcumacher-arrinconando a Barrichelo o volviéndose al box con pretextos raros de tuercas y demás.
No me pareció oportuna su vuelta, pero, hay que reconocer que llevar dos temporadas peleando desde atrás, viéndose rebasado por aquellos que antes hacían de "mozo de espadas" para él, buscando buscándose en la suerte, trepando desde Michael hasta el Kaíser...merece mi respeto.
Sólo desearía que en esa búsqueda no se produzcan daños colaterales hacia Nico.
Un besote !
A mí me alegro su regreso. Muy mala su primera temporada en Mercedes GP, el año pasado dio algunos recitales de pilotaje con estupendos adelantamientos. Este año...ya veremos.
ResponderEliminarPersonalmente siempre lo consideré un error del Kaiser pero una necesidad del Michael "ser humano". Es un animal de carreras, es un hombre que solo se entiende en la competición,pero solo de F1.Uno de los más grandes de "los otros", Prost, ha sabido seguir compitiendo en otras categorías completamente distinta, pero a Schummy no le veo en otra cosa que no sea F1.Pienso lo mismo de Fernando. Cuando se acabe la F1 es muy probable que se acaben las carreras.No imagino a ninguno de los dos seguir el camino de Rubens, por ejemplo.
ResponderEliminarHola Jose,
ResponderEliminarZorionak, casi vecino de pueblo. Sigo tu blog desde hace tiempo y me gusta. Muchas gracias.
Schummi nunca fue santo de mi devoción pero no le cuestiono sus méritos. Me pregunté porqué volvía y me pareció entonces, y me parece ahora, que la respuesta más sencilla en la F1 actual ppdría ser la buena: por pasta. ¿Schummi problemas de pasta? Y entonces escuché lo de sus inversiones multimillonarias en Arabia y cómo se había paralizado la inversión pública de sopetón, dejando al lindo gatito sin cash de la noche a la mañana.
Y me vas a perdonar pero, tratándose de quien se trata, con un ego y una seguridad en si mismo como imagino que debe tener (quizá sólo comparable a su afición por vestir extrañamente), no me caben terapoas de paz interior. Pienso que creerá que sus 7 títulos están ahí y si ahora no gana, pues bueno, pues qué bien.
Te sigo. Un abrazo,
ABB