miércoles, 7 de marzo de 2012

El aussie quiere ganar


Cuando a comienzos de 2009 las apuestas ponían su diana en McLaren y Ferrari, protagonistas de la lucha encarnizada (¡qué queréis, de alguna manera hay que llamar a eso!) que se resolvió en la última curva de 2008 por un miserable punto de distancia, Webber formaba parte de la troupe mediática de un equipo cuya existencia parecía consistir en hacer las mejores pretemporadas para diluirse después como un azucarillo en agua.

David Coulthard se había retirado en la segunda curva de Interlagos y había sido sustituido por un siempre jovencísimo Sebastian Vettel. Mark lideraba el equipo entonces, y aunque apenas nadie se diera cuenta bajo el eclipse de luna que originó la aparición de los Brawn GP, llevaba debajo del culo una de las máquinas más hermosas y eficientes de todos los tiempos, el RB5.

Sin embargo, los comienzos fueron difíciles. En Melbourne, Vettel se llevaba puesto a Robert Kubica y Webber terminaba a duras penas ante su público, pero el Red Bull tenía un potencial extraordinario, y el australiano y su compañero iban a demostrarlo a pesar de verse obligados a doblar la rodilla ante la escudería del doble difusor. Mark ganaba la primera y segunda carreras de su dilatada vida profesional.

Para 2010, el aussie de la tierra de los canguros había comprendido que la vejez consiste en perder la esperanza y que hay que arriesgarse a soñar si uno pretende acariciar el cielo.

Más torpe que Vettel, asimiló más tarde que él las bondades de un RB6 que iba a sentar cátedra en el cierre de la década, para una vez entender de qué iba realmente la cosa, lanzarse a degüello en una lucha a vida o muerte por recuperar la corona para Australia que había dejado olvidada Alan Jones. A Mark le rompían las piernas convirtiéndolo en un vulgar señuelo para cazar a Ferrari, devolviéndole a la troupe circense de la que creía haber escapado.

2011 ha sido un año duro para Webber, un tipo que teniendo conciencia de que vive un tiempo de descuento en el que cada nueva oportunidad vale su peso en oro, ha visto cómo las desperdiciaba una a una, una y otra vez, porque el RB7 había sido diseñado y construido para servir exclusivamente a Helmut Marko. A Mark le sobraban 14 kilos de nada, 14 miserables kilos, como sospechábamos.

Pero Webber quiere volver a ganar en este 2012 que abriremos en nada, y ya hay quien quiere verle haciendo de Cocodrilo Dundee por los siglos de los siglos, como si el australiano no pudiese albergar esperanzas, como si fuese un parado de los lunes al sol o un prejubilado al que lo cotidiano le aplasta, como si la fortuna quisiera seguir mostrándose esquiva, como si no hubiera un adelante y todo fuese un atrás, como si la ruina en la que le han sumergido tuviera trazas de ser eterna, y me digo: ¿quién coño nos creemos para cuestionar lo que sueña un hombre?

2 comentarios:

  1. Se puede más alto, pero ni más claro ni más bonito.

    Gane o no gane Alonso, seguiremos disfrutando de tu pluma este año

    Un abrazo y gracias

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