Me encuentro en esa etapa de la vida en que uno piensa que tiene todo dicho pero siente que le queda mucho por decir, lo que origina un estúpido e incómodo impasse (perdóneseme el galicismo, ando un poco gandul para buscar términos más adecuados), una tierra de nadie de la que tengo imperiosa necesidad de salir pero a la que me siento atado como si llevara plomo en los pies. Eso sí, ni se me preocupen, porque usaba esta pequeña confesión mañanera con la única intención de encauzar una entrada que pretende reflexionar sobre la madre del cordero de nuestro deporte: la constante y asfixiante falta de libertad que lo aqueja, amén de para aliviar en la medida de lo posible el saldo negativo que mantengo con este blog, que ya me vale.
Bien, hecha la aclaración, maldigo la hora en que los que dirigen el cotarro formulero se asemejen tanto y tanto en su comportamiento tijeretero a los que manejan otros cotarros más grandes, porque hay momentos en que parece que el gran secreto de la sana competencia liberal nos cabe en la palma de una mano aunque con la masa de un agujero negro, porque a la hora de la verdad, todo se reduce a reducir más y más (discúlpenme de nuevo, pero hay cacofonías y reiteraciones que lo dicen todo) la cacareada libertad que se nos vendió como panacea del bienestar y el avance como especie, hasta el punto de que ni asoma el pelo.
Lo vemos en los juegos de nuestros mayores, que andan a la greña por la propiedad de la vieja y solidaria Europa, y lamentablemente lo podemos ver en las andanzas de nuestra querida y nunca suficientemente vilipendida Federation Internationale de l'Automobile, que huye de la libertad como el gato del agua. Total, que en cuanto les dejas a estos últimos, se ponen a apostillar lo regulado, a entrecomillar los aspectos más ásperos del contexto, a poner en negrita todo lo que se pone a tiro, en definitiva, a cortar las alas de aquello que debería volar, mientras sus fuerzas vivas, las mismas que han errado tantas y tantas veces en el pasado pero siguen escribiendo el presente y el futuro al dictado, permanecen con el culo en el mismo sitio de siempre.
Hay mucho miedo a la libertad, fuera y dentro de lo nuestro, y el caso es que cuando ésta aflora, a la mínima oportunidad, el engranaje parece que encuentra incluso aceite y motivos para seguir funcionando, ofreciendo momentos irrepetibles que a la postre nos benefician a todos. Y aquí que recuerdo de nuevo la queja de Ari Vatanen cuando Jean Todt le ganó con la mano siniestra la presidencia de la FIA: «El peso del régimen es tan importante que si tiene que continuar trabajando con el mismo personal lo tendrá muy difícil para revolucionar la cultura.»
¡Con lo sencillo que sería cambiar al personal para que cambiara el régimen, la cultura de la institución, el propio deporte y la manera en cómo lo disfrutamos nosotros! Aunque a lo peor resulta que en esto, como en lo otro, hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades sin saberlo, y nos toca pagar ahora su factura (nótese la cursiva, por favor, encierra todo un poema).
Lo vemos en los juegos de nuestros mayores, que andan a la greña por la propiedad de la vieja y solidaria Europa, y lamentablemente lo podemos ver en las andanzas de nuestra querida y nunca suficientemente vilipendida Federation Internationale de l'Automobile, que huye de la libertad como el gato del agua. Total, que en cuanto les dejas a estos últimos, se ponen a apostillar lo regulado, a entrecomillar los aspectos más ásperos del contexto, a poner en negrita todo lo que se pone a tiro, en definitiva, a cortar las alas de aquello que debería volar, mientras sus fuerzas vivas, las mismas que han errado tantas y tantas veces en el pasado pero siguen escribiendo el presente y el futuro al dictado, permanecen con el culo en el mismo sitio de siempre.
Hay mucho miedo a la libertad, fuera y dentro de lo nuestro, y el caso es que cuando ésta aflora, a la mínima oportunidad, el engranaje parece que encuentra incluso aceite y motivos para seguir funcionando, ofreciendo momentos irrepetibles que a la postre nos benefician a todos. Y aquí que recuerdo de nuevo la queja de Ari Vatanen cuando Jean Todt le ganó con la mano siniestra la presidencia de la FIA: «El peso del régimen es tan importante que si tiene que continuar trabajando con el mismo personal lo tendrá muy difícil para revolucionar la cultura.»
¡Con lo sencillo que sería cambiar al personal para que cambiara el régimen, la cultura de la institución, el propio deporte y la manera en cómo lo disfrutamos nosotros! Aunque a lo peor resulta que en esto, como en lo otro, hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades sin saberlo, y nos toca pagar ahora su factura (nótese la cursiva, por favor, encierra todo un poema).
Es sencillo, pero no interesa...
ResponderEliminarCuánta razón tenía Vatannen. Cambiar la estructura con los mismos individuos es misión imposible. Y me viene a la cabeza el asunto del GP de Bahrein y la inspección previa encomendada a Carlos Gracia o_o
ResponderEliminarUn besote, Josetxu.