Yo soy así, pues porque sí

Es la segunda vez que utilizo en este blog la canción de Calle 13 titulada Ven y Critícame. La primera vez lo hice para defender a Carlos Miquel de aquella ruindad que lo asediaba en As, y hoy lo hago para decirle a Hamilton, como hiciera la Princesa Leia a Obi Wan Kenobi: «eres nuestra única esperanza».

Si tenéis oportunidad, ponéosla para amenizar esta breve lectura. No tiene desperdicio, sobre todo la primera estrofa:

... a mi no me señales,
¡que me bajes el dedo! ¡Que no me señales!
¡Bájame el dedito ése. Ahora!

Y es que sí, Lewis, eres nuestro último baluarte frente a ese Mordor que supone la austriaca capitaneada por el rubio Vettel. La última esperanza que nos queda a los que hemos vivido esta temporada esperando un miserable milagro.

Venga, llevas fuego en tus entrañas aunque se mofen de que no veas por los retrovisores lo que ocurre a tu alrededor (Martin no estaba sembarado cuando lo dijo, admitámoslo), cuando tienes la mirada puesta en un punto lejano del horizonte que sólo ves tú, y este fin de semana es momento de seguir demostrando que Nicole te espera para susurrarte al oído esas cosas que sólo te sabe decir ella, aunque las buenas formas y la compostura te hayan obligado a renegar de lo único en este mundo que te hace sentir vivo: tú, tú, tú y tu. Ella y tú. Con dos narices. Tú el centro del universo y tú el más grande horizonte de sucesos que jamás haya existido... Tú, Lewis, tú.

Tú eres lo que nos queda aunque el subcampeonato lo gane Jenson. Tú la señal en el cielo aunque Fernando bata a tu compañero. Tú, Lewis, tú, aunque Mark se lleve el gato al agua de esa miseria a la que Ayrton temía como al averno.

Entendámonos, tú y sólo tú eres capaz de eclipsar a Sebastian. Basta que te lo propongas, que busques donde llevas carreras buscando, que encuentres donde encontrabas antes, que te desates como un tsunami, un huracán, un tifón o lo que te venga en gana. Que lleves esa estrella plata bastarda donde nadie es capaz de llevar. Que te reivindiques de una puñetera vez, ¡coño!, y que lo hagas con esa mezcla irrepetible de ferocidad, locura y eficiencia que has demostrado tantas y tantas veces.

Venga, repito. Hazlo siquiera por los que seguimos esperando que la vida nos ilumine en tu sonrisa porque eres el último baluarte que derribar entre el tedio y la épica. Hazlo por los pocos que quedamos que vemos en ti aquello que amábamos en los 80 del siglo pasado, por los que necesitamos disfrutar de una pequeña venganza labrada desde el interior de un corazón como los de antes, y servida fría, a destiempo, contra todo pronóstico. Hervida gélidamente, como se servía en lo mejor del Romanticismo.

... a mi no me señales,
¡que me bajes el dedo! ¡Que no me señales!

¡Bájame el dedito ése. Ahora!

Eres así, Lewis. A por Sebastian, pues porque sí.