Fanfarria a mediodía

En esto de recomendar un cambio de aires en alguna escudería a base de retocar las filiaciones nacionales de sus integrantes, se nos ha pasado por alto que tal vez Mercedes GP ganaría lo suyo vistiéndose de mediterránea aunque fuera por un día.

No es que recomiende a Luis Varela en su impagable papel de jefe de oficina en «Camera Café», entre otras cosas porque no hay nadie que no sea español de pura cepa que lo emule, pero sí que se echa en falta en la escuadra de Haug, Brawn y compañía, alquien que sepa atinar convenientemente un sonoro ¡a la puta calle!

Mercedes navega a la deriva entre especulaciones y fianzas a largo plazo que no se concretan. La germana va mal salvo para Ross, quien ya ha hecho por segunda vez su agosto en pocos años, y ni el Kaiser es capaz de levantarla por mucho que jure que terminará sus tres años de contrato.

Por menos crédito del que se le otorga a la alemana, a otras escuderías ya se las estaría colgando de los pulgares en la gavia del palo de la mayor, o pasándolas por la quilla para que vomiten sus culpas (no miro a nadie). Pero hablamos de Mercedes y tal cosa merece como mínimo un respeto... Ya se sabe: las flechas de plata, la larga tradición, una imagen que quita el hipo allá por donde pasa.

Seamos medianamente serios. Una décima parte de lo serios que estarán en Daimler, una centésima de lo cejijuntos que andarán algunos de los tipos que han puesto la pasta y sostienen este tinglado anquilosado que no parece saber por dónde le da el aire, que se contenta con colocar a Nico Rosberg donde buenamente puede, porque de su compañero no se sabe nada salvo que por ahí anda con su casco rojo y su curriculum bajo el brazo.

¿Supone cumplir aspiraciones lo que nos ofrece la de la estrella? No, ni de coña.

Siento la monserga, pero tenía la imperiosa necesidad de mencionar todo esto. Con la imagen todavía en la retina de una BMW agónica que no supo alterar la hoja de ruta para darle un título merecidísimo a Robert Kubica, con Mercedes GP me temo lo peor, tal vez un carpetazo a la vuelta de la esquina y sin previo aviso, porque los del norte de Europa pueden parecer más serios que los del sur, pero las narices se les hinchan igual de rápido aunque con menos gracia.

Suena la banda en la plaza. Ruidosa, estridente, cachonda, bajo un sol de mediodía que timbra de luces la piel morena de los hombros desnudos que acaricia la brisa del Mediterráneo. Huele a salitre, a vida, y a rumor de sangre caliente que recorre las venas. Antúnez lleva camisa blanca y pantalón de rayas, y sonríe maliciosamente mientras se pierde entre la gente.