Pasión

Mal que pese a quienes llevan entre manos cosas tan grandes que superan incluso el tamaño de sus egos, y a nosotros, que les soportamos, ellos son unos vulgares farsantes cuando dicen amar pasionalmente lo que están ensuciando con su varita mágica de hacer dinero, ya que se limitan a ganar una pasta gansa a cuenta de la pasión genuina de otros menos afortunados pero más felices.

Siendo sincero, no veo nada bueno ni malo en ello, aunque sea por pura costumbre, la mía, de dar la vuelta a las cosas para entenderlas. Como sabéis de sobra, lo hago con los monoplazas y con cuanto encuentro a mano. Así, entreveo en el fascinante espectáculo de masas que denominamos fútbol, a un puñado de tipos en calzón corto que decidieron una vez, en el pasado, que resultaba fascinante para ellos enfrentarse en un rectángulo pintado en el suelo, rodeados de familiares y amigos, y curiosos, que jaleaban cada pirueta, cada finta, cada regate y cada gol, como si les fuese la vida en ello aunque aistieran al lance desde su perímetro.

En el automovilismo... Intuyo que fue tal cual lo he dicho o muy parecido, pero con cacharros en vez de con un balón de cuero.

La pasión crece, lo que viene a significar que es chiquita al principio y busca espacio hasta resultar incontenible, inabarcable, boba en algunos casos, volviéndose al punto plastelina en las manos de cualquier desgraciado que no tiene reparos en aprovecharse del filón que tiene ante sí, y que no cejará en afirmar en público o en privado que para pasional, él; que para amar los colores o lo que sea, también él; que para defender las esencias, por supuesto, él...

Él entiende mejor que nadie de qué va todo y no descansará hasta que vean lo mismo gentes a las que todo les suena a chino. ¿Que hay que enseñarle a un oriental lo que sabe casi cualquier europeo? Pues a por ello. ¿Qué hay que poner circuitos en mitad de un desierto cuando en Europa los hay a puñados? Pues a por ello. ¿Que hay que buscar el espectáculo al albur de tiranos o déspotas que tienen guita? Pues nos vamos al carajo tratando de encontrar lo que teníamos en casa y descansa ahora debajo de la alfombra.

La afición crece, lo que viene a significar que es chiquita al principio y busca espacio hasta resultar incontenible, inabarcable, inteligente en casi todos los casos, siempre cautiva de cualquier desgraciado que no tiene reparos en aprovecharse de lo que se ha conseguido con tanto trabajo y horas de dedicación, y que para colmo dilapidará sin sonrojarse lo labrado por aquellos que amaban realmente sin apenas pedir nada a cambio.

Él, él, él, siempre él, incluso para guardar el cofre del tesoro. Eso sí que es pasión. Lo demás, tonterías.