¡Ay, Vitaly, Vitaly!

Lamento en el alma que los que estaban esperando la tercera entrega de mi despiece personal del RB6 se tengan que encontrar con este tipo de entradas, pero es lo que tiene mantenerse fiel a la promesa de dejar de lado el modo delay para afrontar que llevo alma de cronista de guerra, pretendiendo para colmo ser consecuente con ella.

Desde que dije que iba a atrapar el presente tal cual llegase a mi mano, me he calzado más entradas que el mes pasado en lo que llevamos de éste, y siendo ésta la que hace la número 850 de mis contribuciones, llegar a las 1.000, tal y como me propuse cuando monté este tinglado, empieza a parecerme incluso pan comido, porque hay noticias a las que sacar punta para hartarse.

Mírame, Vitaly. A ver si nos entendemos de una puñetera vez ya que no te he reprochado nada desde el domingo, a pesar de los que han creído que sí lo hacía porque te mencioné que los deportistas, los buenos, también saben ser generosos cuando la ocasión lo requiere.

Mírame, cachondo, cuando uno va de currela por la vida haciendo su trabajo, en España o en San Petersburgo (siempre Leningrado), no puede recriminar a otro que anda tratando de hacer el suyo, que cuando se cabrea porque se lo has chafado se muestre poco educado, porque en el lenguaje laboral, entre iguales, vamos, lo pertinente es devolver el saludo con el dedo corazón bien erguido y alto —como hizo Bernie con sus anfitriones a cuenta del tacataca que le regaló Red Bull con ocasión de sus ochenta primaveras—, o en su caso, indicarle bien claro que se aguante y que se vaya a que le folle un pez.

Tu trabajo, como lo llamas y mal que quieras, conlleva algunos riesgos que conviene que vayas asumiendo. James Hunt, por ejemplo, se cabreó tanto porque le habían sacado de la pista en Mónaco, que esperó una vuelta completa a que pasara de nuevo su enemigo momentáneo para lanzarle nada menos que el casco; y Piquet el bravo se lió a guantazos con Salazar por otra minucia; y ya en suave, Shumacher se fue a por Alguersuari con cara de búfalo al box de Toro Rosso, porque no sé qué había pasado en no sé qué momento de no recuerdo qué prueba…

¡Ay, Vitaly! Si el mundo fuese tan duro como ése en que imaginas que trabajas, a lo peor llevabas la cara decorada con algún moratón por haber jodido el tercer campeonato de su carrera a un tipo de los de antes... Déjalo correr, hazme caso, porque has tenido suerte de pillarte con Fernando.

Aunque hoy sí que te voy a señalar con el dedo por limitarte en Abu Dhabi a cumplir con tu trabajo a las órdenes de un equipo que según la agencia de noticias AFP ha sido resaltado por el presidente de la FIA como reseñable: «Y los guiños que se dieron, […] Los dos Renault que ayudaron a Red Bull, pese a que se quejó a menudo de la falta de competitividad de su motor Renault.»

Pena que la noticia haya sido cercenada en esa frase precisamente por el diario l’Equipe en su versión digital, la que llega a todas partes, y medio mundo a estas horas no se haya enterado de su existencia, en una actitud que me recuerda al retoque fotográfico con que Paris Match redujo con Photoshop la silueta del presidente Sarkozy en canoa, ¿qué quieres que te diga?

En fin, ¿hablaba Todt como ciudadano francés o como máximo representante de la F1? ¿Destacaba el asunto por algún interés general, o porque se lo pedía el cuerpo y por eso mismo su frase ha sido hábilmente hurtada al público global?

¡Ay, Vitaly, Vitaly. A qué punto más lamentable hemos llegado, que un peón que no sabe ni a quien sirve le pide educación a un caballero!