Minué para terciopelo e hipocampo [Corea]

Tal vez la frase más veces repetida por Fernando Alonso sea aquella que dice que en todas las temporadas la mala y buena fortuna vienen a compensarse.

Viniendo de un tipo que juega al póquer podría sonar a chufla, pero yo me la he tomado siempre en serio porque el de Oviedo es un gran jugador de cartas y sabe perfectamente que la suerte no llueve del cielo salvo en contadas ocasiones, y que lo pertinente, cuando se quiere contar con ella como aliada, es buscarla donde no la busca nadie, esperarla en cualquier esquina, y por supuesto hacer el esfuerzo de atraparla si aparece.

El G.P. de Corea ha significado una carrera épica en su resultado pero profundamente lamentable en su desarrollo, y para explicarme os remito a la entrada compuesta por Carlos Castellá por ahorraros unos párrafos que han perdido su sustancia aquí, encontrando mejor acomodo y expresión entre las líneas escritas por uno de los mejores y más lúcidos periodistas deportivos de España.

Decía que la prueba celebrada hoy ha sido épica porque a fin y a cuentas ha supuesto que Fernando lidere el mundial a falta de dos citas para que termine todo, pero ello no puede ocultar que su resultado ha sido una enorme carambola beneficiosa para las aspiraciones del asturiano y las de Lewis Hamilton, no lo olvidemos, pues sin casi quererlo el británico ha encontrado hueco en la lucha por el campeonato, gracias a una concatenación de circunstancias sin las cuales a estas horas estaría casi tan muerto (deportivamente hablando), como anda el segundo piloto de McLaren, Don Jenson Button, quien ha sufrido la enésima puesta en escena de la particular justicia equitativa que reina en la de Woking.

Por ir un poco en sintonía con lo que se estará contando en estos mismos momentos, cabría sumarse al carro de decir que Webber ha sufrido una monumental mala suerte que ha compartido, sin comerlo ni beberlo, con un exultante Rosberg que avanzaba gallardo después haberse merendado crudo al rainmaster de la etapa más mediocre que hemos sufrido. También encajaría de perlas decir que Vettel se veía abocado a saborear inmerecidamente el ajenjo de la rotura de su motor tras haber dominado la prueba de cabo a casi rabo… Pero no me da la real gana.

Nadie habló de suerte a favor de nadie cuando el Nano rompía en Malasia; cuando el asturiano se veía obligado a salir último en Mónaco; cuando el español peleaba con un F10 que no se dejaba gobernar en Turquía; cuando el bicampeón sucumbía a la torticería de la FIA en Valencia o Gran Bretaña; o incluso cuando se dejaba los hierros en Bélgica…

Si no existió la suerte para los otros cuando el nuestro mordía el polvo, de qué hay que admitir hoy que su triunfo en Corea se haya debido a la buena fortuna que le ha quitado de en medio a los Red Bull, o que ha propiciado que Hamilton fuese una sombra de sí mismo a pesar de mostrar un arrojo y ganas de combatir sobre el asfalto ante las que sólo cabe quitarse el sombrero.

La inteligencia no está de moda en este deporte porque hace demasiado tiempo que no se vislumbra sobre la pista, pero es tan consustancial a la F1 como la velocidad pura o la consistencia, y este mediodía, en ese bodrio de circuito urbano sin ciudad que lo ampare que denominan Yeongam, un tal Fernando Alonso nos ha demostrado que correr haciendo cuentas da buenos resultados cuando se busca la suerte, cuando se la espera paciente, y por supuesto cuando alguien se esmera en atraparla en cuanto aparece, estando en el lugar adecuado, en el momento justo, y sin ceder un milímetro al desaliento.