El mejor piloto de todos los tiempos nació en Balcarce, una localidad de la provincia de Buenos Aires, en Argentina, un 24 de junio de 1911 en plena noche de San Juan, y quiso ser futbolista antes de dedicarse en cuerpo y alma al automovilismo deportivo, disciplina en la que destacó como nadie lo haría.
Cuarto de los seis hijos de una familia modesta, a la temprana edad de 16 años abandonaba los estudios para comenzar a trabajar en un taller dedicado a preparar coches de competición, lugar donde daría rienda suelta a la pasión por los motores, las tuercas y la grasa, que había atesorado mientras aprendía los rudimentos de la mecánica en otro taller, mucho más pequeño y cercano a su casa, regentado por un tal Capetini. Aquella experiencia desembocó en la creación de un apartado en el patio de la casa familiar en el que él y sus hermanos se dedicaron a reparar maquinaria agrícola, aventura que daría paso a la apertura de su propio garaje en 1933.
Tras unos titubeantes comienzos como piloto a bordo de un viejo Ford T que había preparado personalmente con la ayuda de su hermano Totó, y que sufrió algunas evoluciones antes de su retiro, en 1938 pudo convertirse en el segundo piloto de Finochietto, corriendo el Gran Premio de la República, hecho que supuso su bautismo de fuego en el mundo de la competición.
Años después, tras haber intervenido en las interminables, agotadoras y típicas carreras argentinas que duraban miles de kilómetros y que discurrían a través de carreteras y caminos, donde cosechó algunos éxitos mientras aprendía a dominar la fatiga, en 1948, con la Segunda Guerra Mundial como simple recuerdo, el Gobierno de la República Argentina creó una escudería nacional para que compitiera en Europa al año siguiente, y Fangio estaba incluido en ella junto a ases consagrados como Puoppoli, Gálvez y Bucci.
En 1949, conduciendo un Alfa Romeo y con 37 años de edad, las siete victorias conseguidas en el circuito de carreras europeo hicieron que comenzara a ser percibido como un auténtico campeón, sensación que le abrió las puertas de Alfa Romeo, de manera que en 1950 se integró en la milanesa como compañero de Nino Farina, logrando el subcampeonato en el primer mundial de pilotos, a tres puntos del italiano, habiendo obtenido tres primeros puestos y un punto por haber realizado la vuelta rápida en el G.P. de Italia antes de abandonar.
Pero en 1951, con la experiencia acumulada, el respeto y la confianza de Alfa Romeo, marca que ya lo consideraba piloto oficial y que puso a su disposición el magnífico 159 (evolución del Alfetta 158 con que corrió el año anterior), y con un Farina comenzando su declive, las cosas iban a ser diferentes.
Ganó el Gran Premio de Suiza, prueba inaugural de la sesión, dominando de principio a fin y demostrando su endiablada velocidad. Sin participar en las 500 Millas de Indianápolis (puntuable), quedó nono en el de G.P. de Bélgica que ganó Farina, consiguiendo un punto por haber logrado hacer la vuelta rápida, como hiciera en la apertura del campeonato. En el de Francia, venció de nuevo pero compartiendo vehículo con Fagioli, lo que a la postre redujo el saldo de puntos a la mitad porque la normativa obligaba a repartirlos, pero volvió a sumar el correspondiente por ser el más rápido en pista. En Silverstone quedaba segundo por detrás de José-Froilán González, y en Alemania repetía posición pero a la cola de Alberto Ascari, sumando otra vez el punto extra por vuelta rápida.
Abandonaba en el Gran Premio de Italia por rotura mecánica. Pero en el de España, última carrera del año, disputada en Pedralbes, volvía a vencer con absoluta solvencia y demostrando además sus magistrales dotes como estratega, pues sabiendo que los Ferrari eran más pesados que su Alfa Romeo, y que por ello degradaban antes los neumáticos, en principio no dio muestras de querer disputar la victoria a Alberto Ascari aunque se convirtió en su sombra para obligarle a aumentar el ritmo hasta que destrozara sus gomas, cosa que ocurrió algunos giros después, momento que aprovechó el argentino para dominar la prueba y volver a imponerse como el más veloz, consiguiendo así su primer título mundial.
Juan Manuel Fangio había llegado, y a pesar de sus 40 años pretendía quedarse para escribir de puño y letra alguna de las páginas más hermosas de la historia de la F1.
Los Ferrari ya empezan a despuntar. Ese año con los 375 y al año siguiente, los 500 F2.
ResponderEliminarBuenas tardes.
ResponderEliminarInterdomin ;) Sí señor XDDDDDD Tengo el 375 de Brumm y el 500F2 de Ixo (L'Storia), dos preciosidades ;)
Un abrazo
Jose
Y pilotó el Ferrari 166F2, azul.
ResponderEliminar¡Feliz domingo! :)
Buenos días.
ResponderEliminarCavallino ;) Sí, estaba pintado de azul celeste porque correspondía a la anécdota que he comentado, cuando Argentina vino a competir a Europa ;)
Un besote
Jose
A mi lo que me llama la atencion de antes, es la edad. Yo, a mis 35 tacos estaria en plena efersvescencia xD
ResponderEliminarHoy en dia suben a los pilotos a la de ya, sin tener la experiencia suficiente para templar los nervios.
Un saludo.
Buenos días.
ResponderEliminarHiarbas ;) Efectivamente, en aquella época la conducción de monoplazas parecía reservada para hombres hechos y derechos XDDDDDD ¡Hasta yo tendría hueco! XDDDDDDDDD
Un abrazote
Jose