Abril en verano

El dibujo de más arriba fue el primero que hice para este blog, cuando pensaba ingenuamente que podría llevar adelante la aventura en que me había embarcado escribiendo entradas que serían decoradas con imágenes acuñadas a bolígrafo BIC sobre papel tipo folio de 90 gramos, sin boceto previo, coloreadas posteriormente con Photoshop. ¡Qué tiempos!

Dentro de unos días Nürburgring cumplirá tres años de existencia. Después de 775 textos bastante potables en su lectura, es un decir, miro aquellas fechas iniciales con infinita ternura, entre otras cosas porque salvo la decoración del casco del Nano, la historia de la F1 que comencé a atrapar en plan diario a comienzos de agosto de 2007, ha cambiado muy poco, por no decir que nada.

Sí, tal que hace hoy 1.092 días, desembarcaba en esto para pasar el rato, ahuyentar mis propios fantasmas dando rienda suelta a lo que pensaba o sentía sobre mi afición favorita, cuando andaba nuestro chico pasándolas putas enrolado en McLaren y su hipócrita concepción del mundo. Y hete aquí que a toro pasado se vislumbran allí escenas similares a las vividas aquí hace escasamente una semana, aunque con diferentes resultados, pues a la de Woking no la penalizaban económicamente ni la llevaban ante el Consejo Mundial, aunque le quitaban los puntos conseguidos en Hungría y a Fernando le castigaban inventándose el castigo en el mismo sitio, sin que nadie clamara al cielo o se rasgara las vestiduras ante el pandemonium originado por un traidor británico (¡él sí que lo era!) que había vendido a su equipo por una miserable pole que no le iba a servir de nada en Interlagos, y que atendía y atiende todavía al nombre de Lewis Hamilton sin que se le haya caído la cara de vergüenza.

¡Ay, Felipe, qué injusta es la vida! Lo que son las cosas, tu compañero asturiano estaba tal cual está hoy, desnudo y solo frente al mundo, y así lo retraté, ceñido por el casco más bonito que ha vestido, envuelto en las enseñas de Altäir, el protagonista del videojuego Assassin’s Creed, con un muñeco vudú que representaba a Ron Dennis atado a la empuñadura de su sable, y en pelota viva, para más señas…

Hungría supuso para los españoles, en 2003, el amanecer a una aventura que jamás habríamos imaginado y que por supuesto no hemos comprendido en su completa dimensión, de puro paletos que somos, lo que supone una puñetera asignatura pendiente que algún día deberíamos atrevernos a resolver si es que tenemos lo que hay que tener, que no lo tenemos, pues en un mundo cainita como pocos, uno de los nuestros lograba hacerse sitio a codazos, consiguiendo llegar a lo más alto por dos veces consecutivas, hazaña que ni le han perdonado sus enemigos ni lo hemos hecho en este jodido país acostumbrado a pasar por la piedra a sus héroes. Y si es comprensible que afuera le odien por el miedo que produce a su paso, lo nuestro, lo que nos acobarda, es a todas luces incomprensible.

Hungría suponía, en 2007, el veneno y la venganza más ciega, pero han pasado tres años y Fernando está de vuelta, con el vehículo adecuado y con una escudería que cree en él. Como quiera que por una casual confluencia de astros, Abril también se ha abierto al verano envuelta en alegría, hace escasamente unos días y trayendo de la mano a Vainica Doble, y a sus pies al grácil y alocado Argos, me apetece olvidarme de todo durante un rato para bailar un pasodoble con mi ingeniero de pista, porque este próximo domingo huele a podio y a ajuste poético de cuentas…

Lo siento, ando un poco tierno y con demasiadas ganas de que por fin ganen los buenos, como en las películas viejas de vaqueros.


PD: Hoy va por ti, mi querida Lourdes. Somos tanto lo que fuimos como lo que soñamos ser, y cada victoria siempre es un enorme paso adelante. ¡Que nos quiten lo que nos queda por bailar, princesa. Que se atrevan!