Mad World

He dejado pasar un tiempo prudencial desde que me refiriera a Felipe Massa, mi Felipe, y su retorno a la F1 tras el brutal accidente que sufrió el año pasado en Hungría, y es hora de abordarlo de nuevo, creo, pues sus prestaciones actuales quedan muy lejos de lo que cabría esperar, incluso con Fernando al lado.

Los que me seguís desde casi el comienzo de todo esto sabéis de sobra que profeso un cariño especial por el brasileño, que sin embargo no me impide admitirlo como un marrullerete de tomo y lomo, ya que por encima de todo, Felipe, mi Felipe, como digo, es un superviviente nato que ha aprendido a sacar de donde no hay, o a inventarlo, llegando al punto de salirse del encuadre cuando nadie daba un chavo por él.

Así las cosas, en los momentos en que Gonzalo Serrano afirmaba tajantemente que no era un piloto Ferrari, parí aquello de ¡Rosso o nada!, porque sospechaba que el paulista era el primero en saber que si su aventura en Maranello terminaba, apenas lo recordaría nadie, de manera que luego, aferrado a un clavo ardiendo, fue capaz de sobreponerse a las circunstancias, de reinventarse una y otra vez, hasta liderar la mítica Ferrari durante dos sesiones consecutivas.

Generoso con el equipo al que debía su vida deportiva, sumiso, apoyó sin paliativos a Kimi para que éste consiguiera su primer y de momento único entorchado, en 2007. Duro como un roca, aceptó la derrota más amarga en Interlagos 2008, para que en lo más alto de su carrera, un muelle perdido congelara su trayectoria a mitad del año siguiente.

Ha vuelto, pero no es el mismo. Corre por los mismos o parecidos circuitos, pero no igual. Está ahí, pero en otro sitio…

Decía en enero pasado que resultaba difícil valorar las secuelas de un accidente como el que sufrió Massa cuando se encontró con la pieza del Brawn de Barrichello, y empieza a ser hora de admitir que hay síntomas de que no se ha recuperado del todo, y de que las heridas psicológicas están aún abiertas, porque van cuatro carreras en que Felipe anda deslucido, sin mordiente, como perdido. Y no voy a caer en la tentación de achacar el fenómeno sólo a la presencia de un tipo descomunal como Fernando en la misma escudería, que sí, que también, aunque no tanto, porque conozco perfectamente los estragos que produce la falta de confianza tras una herida abierta en la sustancia, en el espíritu o como queramos llamarlo, y reconozco meridianamente que a mi Felipe le está pasando precisamente eso.

Queda lo de su posible renovación a mitad de esta sesión, pero sospecho que no habrá tal, sino un anuncio de retirada seguido de un comunicado oficial donde se confirmará que al hombre que lideró Ferrari durante dos años, la de Maranello le pagará sus servicios evitando que nadie pueda desligar su nombre de La Scuderia, porque se lo ha ganado a pulso, porque sin su enorme contribución no habríamos llegado al punto en que estamos, y porque no se merece el olvido.

Yo, desde luego, no podré olvidarlo.