Oh, my god!

Pasados unos días del suceso me apetecía retomarlo hoy por ver si así sus ecos me abandonan de una vez, porque desde que a principios de mes Peter Windsor proclamara a los cuatro vientos que USF1 prefiere apostar por carne fresca para su incursión en la F1, el asunto no ha dejado de rondarme la cabeza.

No está nada mal que el más mediático de los dirigentes de la escudería americana reconozca que pretenden completar el presupuesto a base de las amables colaboraciones económicas que teóricamente deberían llegar con estos pilotos a los que sólo se les pide que tengan ganas de aprender, que no se amedrenten ante los grandes retos, que muestren voracidad por el éxito, y que carezcan de los vicios que supuestamente aquejan a los profesionales de la cosa.

Aunque el catálogo de méritos exigible se me antoja tan grandilocuente como rácano en cuanto a espectativas de viabilidad, huelga decir que lo de menos parece ser el curriculum y lo importante, la tela, porque para más bemoles, el siempre artista de la pluma recalca sin pudor que si los chavales traen sustanciosos dólares será porque quienes los ponen han visto en ellos cualidades y aptitudes suficientes como para que no quepan dudas al respecta de su calidad.

Ante tamaña filosofía, expresada con absoluta franqueza, hay que reconcérselo, me surgen las preguntas de si en USF1 se han enterado de qué va esto en que se han metido, y de si tan rocambolesca y prematura afirmación de que pretenden ir de parias por la parrilla, sin que por ello se les caigan los anillos, encaja con el espíritu heroico que parece avalar la sublime panoplia de glorias norteamericanas que decoran su website oficial.

No tengo nada que objetar a la frescura y naturalidad con que se acepta que están a verlas venir a pocas semanas de que todo se ponga en marcha, ni siquiera a que el portavoz de la feliz idea haya sido un finolis en la crítica a la calidad de los pilotos hasta hace bien poco. En un mundo donde la mascarada y el disfraz están a la orden del día, incluso resulta sano este vendaval de aire fresco trasatlántico, pero me pregunto que dirían en los albores de la F1 ante una propuesta de escudería que se pasara por el forro la importancia de sus conductores…

Como comentaba al comienzo, me trastoca lo suyo pensar en lo bajo que nos ha llevado Max Mosley por abrir las puertas y ventanas de la F1 en pos de lograr que sea económicamente viable, a base de atraer equipos que sólo venden humo y que se ciscan sin rubor en los cimientos del deporte, y que por ello mismo pueden terminar por arruinar el negocio y el espectáculo, pues su sola presencia los devalúa.

Oh, my god!, ¡cuánto hemos caído!