Llevo dos años consecutivos dando de lleno en la diana con mis previsiones sobre la de Maranello, y juro por el todopoderoso Cthulhu que la cosa no me gusta lo más mínimo. Sí, bien, hubo quien me tildó de tifosi de mierda por criticar lo que digo amar, pero es lo que hay y no puedo evitarlo. Ferrari perdió el norte tras la desaparición en el horizonte de la figura de Schumacher, y llevamos tres años de calvario continuado. Se salvó por los pelos en 2007 gracias a la estulticia supina de Ron Dennis; en 2008 por la mala pata y apor una rácana comprensión de lo que significa trabajar en equipo; y 2009 ha sido la ratificación de que las cosas hay que planificarlas mejor, por no decir que se ha abundado en el más de lo mismo.
No voy a entrar en lo que significará la llegada de Fernando Alonso a la rossa, todavía no, aunque en el fondo la decisión esconde la solución al problema que viene aquejando a La Scuderia desde que dejara de tener un líderazgo claro, porque la raíz del problema es que como dije hace la intemerata de tiempo, su fortaleza surge de la estabilidad interna, de que cada cosa esté en su sitio, y lógicamente, de que haya una figura que aglutine a su alrededor todo el esfuerzo, sepa comprenderlo, aprehenderlo y volverlo útil.
Sea como fuere, aprovecho para comentar que la presencia de Kimi Raikkonen no ha sido entendida en su justa dimensión, y que el campeonato mundial obtenido en 2007 no hizo sino desvirtuar su figura como herramienta imprescindible. Sí, a pesar de que algunas veces, tal vez demasiadas, me he quejado de la indolencia con las que el finlandés abordaba sus quehaceres diarios, lo cierto es que Kimi ha sido el líder más abandonado a su suerte que conozco, un ángel caído que podía haber sido exprimido para beneficio de la causa (ahí quedaba su victoria en Spa), pero que desafortunadamente no ha sido entendido en su completa dimensión. Mi Felipe es otra cosa, un hombre hecho a sí mismo que ha crecido lo indecible, capaz de concitar el esfuerzo de todo el equipo, pero sin posibilidad de remate, ya me entendéis.
A lo que íbamos, este año que terminamos lo comenzaba Ferrari con amplias esperanzas de desterrar sus fantasmas, pero estos volvían por sus fueros para reclamar que siguen estando donde estaban y han estado siempre: en la falta de confianza. El F60, un monoplaza soberbio en todos los sentidos, naufragaba al inicio de sesión, pero se renovaba en su reestreno en Barcelona, con 16 kilos menos, ¡ahí es nada!, para posibilitar que el KERS cumpliera su cometido —un esfuerzo que pone de relieve que Ferrari sigue siendo sinónimo de F1 y siempre ha estado y estará en la brecha—, pero las estrategias erráticas, la falta de comprensión del todo, hacían inútil aquél y otros esfuerzos.
Sin Massa como líder putativo, debido al desafortunado incidente acaecido en Hungría, la lógica del viejo Enzo habría recomendado amparar a Kimi, demostrarle que la confianza del equipo estaba depositada en él, pero llegaba Badoer y luego Fisichella, y el sueño se volvía irrealizable… Otra vez será, eso espero.
Dichosos los ojos que te leen !!!
ResponderEliminarCreo que en el fondo coincidimos en la idea de lo que hace falta en Ferrarin es liderazgo y trabajo en equipo, lo que ocurre es que nuestras posiciones de partida son distintas, así que parece que discrepemos en todo.
Pero como la discrepancia es del pasado, y ahora toca mirar hacia adelante, vamos a creer en la capacidad de trabajo de los italianos y en la madurez del nano para volver a ganar carreras.
Un abrazo enorme maestro.
Buenos días ;)
ResponderEliminarTadeo ;) Los liderazgos son buenos cuando son útiles, y en este sentido creo que Fernando puede suponer ese puntito que le falta ahora mismo a Ferrari ;)
Un abrazote de vuelta ;)
Jose