Mi pie griego

Entre las muchas rarezas que me conciernen, hace relativamente poco he descubierto una que atañe a mis pies. Te pasas la vida considerando que los tienes grandotes para tu estatura (calzo un 42/43 y mido menos que Antonio Lobato); asumiendo que son anchos por haber nadado y hecho montañismo durante toda la adolescencia y juventud, amén de por tener la fea costumbre de andar descalzo por casa o en cuanto puedo; quejándote de que la horma de los actuales zapatos no contemple empeines como los tuyos; sonríendo porque tu hijo te dice al vértelos que pareces un hobbit; y con 50 años te enteras de que son de tipo griego —no es que tenga nada contra los griegos, pero ante el Mediterráneo y sus culturas, me quedo de calle con los fríos y silenciosos espacios abiertos del norte… Eso sí que me atrae,—.

Dejémoslo aquí. Mis pies son de tipo griego, vaya, que el segundo dedo asume una posición más adelantada que el primero, el gordo, y obviamente que el resto. Tras hacer el descubrimiento, indagué un poco sobre su tipología general, advirtiendo que los míos no son muy habituales que digamos, pues lo normal es que sean de tipo egipcio (en abanico decreciente hacia el exterior), y aún polinesio (todos más o menos a la misma altura). La cosa no tiene mayor aquél salvo que habría preferido que los denominaran vikingos, por ejemplo, aunque la traigo hoy a colación porque como bien sabéis, este blog tiene muchas peculiaridades, pero una que me llama poderosamente la atención, y desde hace casi nada, es la cantidad de aficionadas que lo frecuentan y participan con sus comentarios en él.

Sí, es cierto que en este mundillo plagado de testosterona (en ocasiones demasiado barata), las chicas se han ido abriendo paso a pesar de la condescendencia con que a veces se las trata, sentando sus reales como buenamente han podido y pueden, incluso superando el paternalismo con que son recibidas en según qué círculos. Han llegado y están aquí (es una obviedad como la copa de un pino, lo reconozco), y en lo que a mí respecta siempre me he sentido cómodo con su presencia y no me sonrojo por afirmar que creo que se nota. Pero el caso es que llevo unos días mirando qué se cuece por ahí y he descubierto que Nürburgring aglutina a una mayor cantidad de mujeres de lo que puede ser considerado como normal en el mundillo (si es que cabe utilizar este concepto), porque si es cierto que en los blogs regentados por chicas hay muchas contribuyentes femeninas, también lo es que en los gobernados por machotes el asunto baja lo suyo.

Entendedme, no se me ha pasado por la cabeza solicitar una ayuda al Ministero de Igualdad de doña Bibiana Aído, sólo estoy afirmando que acabo de darme de bruces ante una realidad totalmente inesperada, y que he cursado acuse de recibo para que no se me olvide nunca, porque al igual que la posición de mi segundo dedo de cada pie define su rareza frente al universo, vosotras, vuestras contribuciones y vuestro apoyo, definen la singularidad de este sitio, y a fe mía que voy a defenderla.