Principito

«No nos extrañe pues que en breve surja la voz de Jean Todt llamando a la calma y que Bernie muestre públicamente que Max ya no es su tipo.» Así terminaba mi entrada dedicada a Bernie Ecclestone el 16 de mayo pasado, titulada para más señas: El poli bueno.

Hecha la anotación visionaria me gustaría reflexionar un poco sobre todo esto, porque hay voces divergentes al respecto de que este señor (Jean Todt) sea realmente válido para el puesto de presidente de la FIA, y más, si cabe, cuando el mismo Max Mosley le ha propuesto para el mismo.

Pongámonos ahora en la tesitura de que no soy quien aparento, sino otro, un tipo que ha ideado una operación a largo plazo para colocar a un agente afín en un lugar concreto y de difícil acceso. Algo así como el jefe de una unidad de interveción de la CIA, el Mossad, el FSB (antiguo KGB), el MI6, o cualquier otro servicio de espionaje que os apetezca, incluso de otros que por la dificultad de calibrar que entrañan carecen de nombre conocido, cuya misión es intervenir al enemigo sin que se dé cuenta —no os extrañéis del supuesto porque consumo toneladas de libros que Cata odia porque tratan de las cloacas de lo que asumimos como realidad, pero en fin, dejaros engañar un poco y sigamos adelante como si además fuese capaz de pergeñar historias inasequibles, fábulas con aspecto de certezas, engranajes que funcionan como un puñetero reloj—.

Bien, me pongo en la piel de uno de esos que he mencionado y tengo la misión que he comentado: colocar uno de mis hombres en el lugar deseado.

El tipo necesita un nombre clave y he decidido que por su seguridad se llame «Principito», para atenuar su impacto mediático. Lo conozco bien, es un hombre de mi confianza que ha servido fielmente a mi causa durante algunos años, muchos, y cuya fortaleza y autoridad han quedado sobradamente patentes y a la vista de todos. Por eso mismo voy a utlizar sus facultades para destruirlo frente al público y convertirlo en difícil enemigo, no sin antes interpretar un escenario de desencuentro que haga creíble la farsa.

Necesito tiempo, obviamente, pero mi agente y yo sabemos dónde queremos llegar y cómo hacerlo. Él dirá que quiere a Michelle y yo que ya no le necesito. Acabarán nuestros días y nuestras noches, aparentemente, sin que nadie intuya que seguimos siendo uña y carne… Y entonces atacaré el objetivo real, no antes. Lo desestabilizaré, haré como que lo descuartizo para que encuentre a mi alfil como delfín sucesorio sólo para hacerme daño; un hombre duro, dictatorial, sintonizado con sus ideas y que me odia, claramente alineado, mi enemigo acérrimo, el perfecto topo…

Si yo fuese el tipo que comentaba antes, también necesitaría una válvula de escape, un lugar tranquilo donde ser como soy realmente. Pero esa es otra historia.

«No nos extrañe pues que en breve surja la voz de Jean Todt llamando a la calma y que Bernie muestre públicamente que Max ya no es su tipo.» Sí, no anduve muy desatinado.