Hay algo poético en que este próximo fin de semana Silverstone abandone el mundial de F1. Me lo parece, porque es como si fuese allí y no en otro lugar donde la historia hubiese decidido cerrar una larga etapa llena de incertidumbres.
Por un lado tenemos que el guateque con ribetes cómicos y rancios que entretiene entre dimes y diretes a los que se suponen velan por la buena marcha del negocio, se encuentra en unos días con una cita ineludible en la antesala del circuito inglés, que será pospuesta, como si lo viera, pero que de todas formas marcará un antes y un después, si no en lo deportivo, como sería lo pertinente, sí en la credibilidad de la pandilla de gladiadores de pacotilla que van de machotes, y por descontado, en el estado de ánimo de una afición cansada hasta la extenuación de que la política esté por encima y delante de la competición, cuando lo lógico sería que no tuviera sitio.
Por otro, la lucha desigual y sin cuartel entre los equipos que se beneficiaron de la lectura incorrecta del reglamento y los que se ajustaron a su espíritu y letra, atravesará un claro punto de no retorno, pues el G.P. de Inglaterra se afirma como la carrera que puede suponer para los últimos un balón de oxígeno hasta final de temporada o la certificación de que no queda nada por hacer, y para los primeros el inicio del paseo triunfal.
Me resulta curioso que ambas circunstancias hayan coincidido en Silverstone, porque su trazado es al deporte lo que Ferrari, una seña mágica, inequívoca, un jalón indispensable que ahora muere por agotamiento o por asfixia, como prefiera el personal, para dejar de formar parte del tinglado porque la moderna medicina ha diagnosticado que está a punto de entrar en coma. Y poco importa que los de la bata blanca hayan acertado o no, las rectas y curvas que nacieron alrededor de un aeródromo y que se han ido adecuando a los nuevos tiempos conforme llegaban, han sido sentenciadas, de manera que más allá de este próximo domingo nada augura que puedan recibir de nuevo a lo más granado del deporte del automóvil, salvo con ocasión de un festival o una efeméride de cualquier tipo.
Por todo esto me asombra que sea precisamente donde comenzó todo, donde puedan morir tantas cosas: la ilusión, la esperanza, por ejemplo… porque es sangrante que Woodcote, Copse, Maggots, Becketts, Chapel, Stowe, Club y Abbey, sean burdamente retiradas del universo al que tanto han contribuido, para ser sustituidas por vulgares números, en circuitos lejanos en distancia y en color, anodinos, y sin el pulso que destila cada cicatriz del asfalto de Silverstone.
No, no hay derecho a que nombres míticos como los mencionados corran el riesgo de ser olvidados, ya que encontraron un hueco en la historia con mayúculas junto a los de pilotos legendarios. Ahora bien, lo voy asumiendo conforme se acerca el momento y me voy haciendo a la idea porque no me queda otro remedio, pero todavía albergo la esperanza de que el destino se haya conjurado este próximo fin de semana para romper de una vez por todas la baraja, haciendo un guiño, brindando por lo que ha sido y jamás volverá a ser, reivindicándose como un monoplaza verde, con el morro y la nariz abiertos en amarillo, que tal vez despegue de mitad de la parrilla para desaparecer una vez haya superado Hangar, y que recuerde (nos recuerde) que los mitos no desaparecen aunque puedan doblar la rodilla.
Sí, hay algo poético en este último Silverstone, en el cúmulo de circunstancias que ya lo rodean, y en el pequeño resquicio de luz que aún queda abierto.
Y si hay algo que hace que Silverstone sea aún más poético es que justo se va en el momento adecuado, dejando el pabellón bien alto, teniendo en cuenta que en 2010 la Fórmula 1 no será ya la categoría reina del automovilismo, ya que la FOTA acaba de anunciar la creación de un nuevo campeonato. Quizás el destino le tiene preparado a Silverstone una nueva suerte, la de participar en el primer mundial organizado por esta asociación. ¿Quién sabe? El caso es que Silverstone y los mejores equipos equipos dicen adiós a la F1 al mismo tiempo, y eso sí es poético.
ResponderEliminar¡ Bueno, bueno ! Igual todavía tenemos Silverstone por mucho tiempo... a ver si es posible recuperar otros tantos circuitos. Anotaremos la fecha de hoy por si finalmente marca el nacimiento de la nueva F1.
ResponderEliminarUn abrazo
Pues si. Podia volver Nurburgring con el ovalo. Imaginaos los F1 pasando por ahi. Alguno saldria volando xDDDD
ResponderEliminarExray
Podría ser un golpe de efecto brutal y un tortazo en los morros de Maxime y Bernie que la FOTA anunciara que el año que viene se corre de nuevo aquí con los coches de verdad...
ResponderEliminarSoñar es gratis ;)
Saludos a todos
No lo dudes, Pirat. Nunca la vieron tan gorda los de Silverstone. Les echan y se muere el que les echa. Contentos tienen que estar los de Donington Park: años luchando por la F1 y les traen un cadaver...
ResponderEliminarBueno, veremos en que acaba todo esto. Aun no descarto el benefico suicidio de Max (metaforicamentwe hablando, claro) aunque sea un suicidio inducido y contra su voluntad.
Paro a lo que origina el comentario. Sin duda Silverstone es de los circuitos que encierra el espiritu de la F1, se corra en él o no, se llame F1 o no. Cada una de sus curvas encierra un capitulo de la historia de nuestra pasión. Hasta los nombres son adecuados: Copse, Backetts, Stowe, Woodcote....huelen a gasolina con solo pronunciarlos.
Ahora no hay lista porque no hay coches. No se como acabará esto pero si se va Maxime los equipos deberían imponer un presidente o irse para no volver.
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