La ley del embudo

El hijo de Anthony Hamilton anda que se sale. No contento con mantener la cabeza de la clasificación a golpe de errores de sus contrarios, con 23 puntos menos que los que tenía el año pasado a la misma altura de campeonato, con un nuevo contrincante a las espaldas (Kubica), conviviendo en el asfalto con un excompañero al que despreció pero al que hoy ni siquiera dobla en saldo (y eso que Fernando va a bordo de un troncomóvil), apenas unas semanas después de decir a los cuatro vientos que era como Senna (¡tranquilo, Ayrton, que sólo le creen los bobos!), ahora ha decidido reducir su perfil público admitiendo que es humano.

Humano sí, pero también un poco jeta, porque es el mismo tipo que asaltó a Kimi en Spa y se defendió luego diciendo que el finlandés no tenía pelotas para frenar más tarde, y que le había obligado a cruzar por la chicane de Bus Stop originando que le penalizaran; y es el mismo, también, que en Monza sacó a Glock en un adelantamiento, que obligó a frenar a Alonso en otro, y que mandó a Webber a hacer puñetas en una defensa; y el mismo que al comienzo del G.P. de Japón por poco la lía parda, y al final citaba a Fernando Alonso por ver si había suerte y el asturiano terminaba como Kimi en Spa. Y lo recuerdo porque sobre lo sucedido en Fuji no ha tenido mejor ocurrencia que acusar a Massa de no haber jugado limpio cuando éste le golpeó a la salida de Dunlop Corner.

Vaya por delante que el brasileño, a pesar de ser mi Felipe, es de los que acostumbran a no reparar en gastos para mantener la trayectoria (¡si lo sabré yo!). Ahí está, todavía reciente, cómo le puso de sucio el lateral al Nano en Nurburgring 2007, o sin irnos tan lejos, cómo atajó por donde salía Bourdais del pit-lane el domingo pasado. Vamos, que mi Felipe es también un prenda, pero permitidme que lo mire con mayor cariño porque en el fondo es como el hijo de Anthony Hamilton pero en carioca, y además, se sabe marrullero y lo lleva a mucha honra.

Dicho esto, en descargo del británico tengo que decir que la defensa de Massa pudo pillarle con el pie cambiado, y que por eso ha creído conveniente acusarle de lo que he mencionado más arriba, porque mirándolo bien hasta resulta lógico, ya que el de Ferrari, en Turquía, le abrió la puerta, y en Hockenheim se dejó pasar sin poner demasiados reparos. Así las cosas, la férrea defensa que mostró en Fuji tuvo que pillarle por absoluta sorpresa al primogénito de Anthony Hamilton, quien al parecer no ha entendido todavía que en Japón se estaba jugando el campeonato del mundo, como mi Felipe, y que éste, que sí lo había entendido a pesar de sus numerosas carencias, no tuvo a bien vender barata su piel.

Y todo esto me lleva a una reflexión final: si el émulo de Senna, durante toda la temporada ha demostrado creerse el rey sobre la pista, estar sobre lo divino y humano a pesar del reglamento y las buenas formas deportivas, y a estas alturas todavía anda reclamando privilegios o etiqueta a aquellos que él mismo ha pisoteado, convendría que meditara un poco sobre el pobre resultado de su comportamiento, ya que no ha sabido hacerse amigos, y si por desgracia los necesita, me sé de al menos siete pilotos que tratarán de enseñarle el lado estrecho del embudo.

Y es que como decía mi abuela: ¡Donde las dan, las toman, hijo mío!