Blackout

El 9 de noviembre de 1965, la ciudad de New York se veía envuelta en el mayor apagón de su historia. La cosa empezó a las 5:16 pm. y duró 14 horas, más o menos, tiempo durante el cual pasó de todo, desde lo inimaginable (hay quien incluso vio O.V.N.I.s) hasta lo más prosaico y previsible (al suceso se le atribuye el aumento increíble de natalidades, allá por los meses de julio y agosto del año siguiente).

Traigo a colación este entrañable evento al rebufo de algunos comentarios jocosos que ya han surgido entre los aficionados, y que plantean la posibilidad (nada desdeñable, sea dicho de paso) de que el sistema de iluminación elaborado por la empresa de Valerio Maioli (amigo de Ecclestone), sobre el circuito diseñado por la empresa de Hermann Tilke (amigo de Ecclestone), sufra un colapso y funda los plomos de media Asia.

Bien es cierto que se han tomado todo tipo de precauciones, desde la diversificación de centralitas hasta la de generadores, que colocados de forma independiente en cantidad de 6, y alimentados por diesel, aseguran la integridad del conjunto… Eso dicen, y yo lo digo sin dobleces, porque aplicando el dicho popular que advierte que «el hombre propone y Dios dispone», cualquier precaución parece poca, y más si hay agua de por medio, que parece que va a haberla.

Si el asunto de la iluminación dependiera de los vehículos (entrañable, también, el esfuerzo de Wismarth y McLaren por parecer graciosos en un video), no habría mucho que decir, porque si por un fatal incidente un coche se quedara a dos velas, la cosa no llegaría a mayores por mucha velocidad que llevara, porque con la iluminación ambiente y las luces de los otros monoplazas, con frenar y apartarse un poco se superaría la incidencia con notable. Pero como depende de un conjunto ajeno a los monoplazas, externo, la cosa se vuelve grave pues implica que si salta un diferencial o hay un cortocircuito, casi un kilómetro de recorrido se queda a oscuras, y si saltan dos, dos serán los kilómetros que se vayan a la mierda…

No sigo. La idea de realizar carreras nocturnas me parece estúpida y demasiado arriesgada, y que sólo se le podía haber ocurrido a un tipo como Bernie Ecclestone, que las ve siempre desde la barrera, sea de noche o de día. La excusa, como suele ser habitual, para lelos. Lo de que así se puede disfrutar de la prueba en Europa a una hora razonable (¡no me habré levantado veces de madrugada!), embosca la realidad de que los anunciantes pagarán el triple o cuádruple por ser visibles en horario de máxima audiencia en vez de en horario para noctámbulos (que como todo el mundo sabe, va de saldo); y es que ahí está el quid de la ocurrencia, por mucho que se empeñen en adornarlo.

Mal asunto es que convivan tantos watios, una lluvia más que anunciada y unos bólidos que recorrerán las calles de Singapur a velocidades cercanas a los 200 km/h de media. Y bien está que la organización de la carrera se haya mostrado más cauta disponiendo de medio millón de mecheros y uno completo de condones, que serán repartidos en packs de color rosa entre los asistentes y expectadores…

Esto último es pura coña, pero no me diréis que no sería divertido ver cómo Massa gana la carrera a 10 por hora, allegro ma non troppo, engullido por la más absoluta negrura y mecido por la pobre iluminación de una marea de mecheros (como si de Joan Manuel Serrat o David Bisbal se tratase, en cualquiera de sus conciertos), mientras el paddock y las gradas se sumen en un silencio sólo roto por algunos jadeos y algún que otro grito que delata hora un orgasmo, hora una eyaculación precipitada.