domingo, 9 de marzo de 2008

Alfonso De Portago (1928-1957)


Alfonso Cabeza de Vaca y Leighton, décimo séptimo marqués de Portago, a pesar de haber nacido en Londres un 11 de octubre de 1928, pasearía el nombre de España por los circuitos de medio mundo, para convertirse en el más popular de nuestros conductores deportivos hasta la llegada de Fernando Alonso.

Aunque en la pista resultaba temerario, y por ello apreciado y reconocido, en su vida privada se mostró siempre un individuo inteligente, refinado y culto, que hacía gala de ser depositario de la herencia vital de una familia noble que había dado héroes y aventureros a través de los siglos (fue antepasado suyo el gran Alvar Núñez Cabeza de Vaca), lo que originó su rápida inclinación hacia la única actividad romántica que parecía quedar en el XX: el automovilismo, aunque cabe destacar que gracias a lo holgado de su fortuna también se permitió probar suerte como nadador olímpico, jugador de polo, y es del todo reseñable que en las Olimpiadas de Invierno de St. Moritz (1948) llegara a la final en la modalidad de bobsleigh careciendo absolutamente de experiencia... con el único propósito de ganar una apuesta.

Gracias a su portentosa capacidad de iniciativa y a su enorme inquietud por descubrir nuevos campos donde enfrascarse hasta el cuello, debutó en las carreras de coches en 1953, con la intención de abandonar la disciplina «en cuanto consiguiera el Campeonato del Mundo» (según sus propias palabras), cosa que no logró por lo corta que habría de resultar su vida, pues murió con las botas puestas un aciago 12 de mayo de 1957, durante la disputa de la Mille Miglia, a los mandos de un Ferrari, llevándose con él a 11 espectadores y a su copiloto Nelson, amén del futuro de la propia prueba (sería prohibida a partir de ese momento por el Gobierno Italiano), en la curva de Guidizzolo, apenas a 100 km. de la meta.

Antes, Portago (a secas, como se le conocía) había comenzado su experiencia profesional siendo invitado por Luigi Chinetti (North American Racing Team) para que participara en la Panamericana de México de 1953 con un Ferrari, carrera donde no se clasificó, pero que sirvió de preparación para que llegara 2º en los 1.000 km. de Buenos Aires del año siguiente.

El 24 de junio de 1954, y con un Maserati, conseguía su primera victoria en el circuito de Metz, con Ferrari, adjudicándose también la Governor’s Trophy, y obteniendo la segunda posición en la Nassau International Trophy. Nada menos que año y medio después de su debut, comenzaba a correr en F1 disputando la Copa de Oro de Oulton Park al volante de un Ferrari privado. No fue una gran temporada, aunque preludió lo que supondría 1956.

Aquel año, a los mandos de uno de los vehículos oficiales de Ferrari en el Mundial de Marcas, logró 2 terceras posiciones en la categoría sport en Nürburgring y Suecia, y una primera en el Grand Prix de Oporto (no puntuable), éxitos a los que habría de sumarse el obtenido en categoría GT junto al copiloto Eddy Nelson en el Tour de France. Incluido también en el equipo oficial de F1 de la firma italiana, el 1 de julio Alfonso debutaba en la categoría reina durante la celebración del G. P. de Reims (A.C.F.), abandonando.

Pero tan sólo dos semanas más tarde, en Silverstone, obtenía sus primeros puntos en el campeonato mundial (3 de los 6 conseguidos por Collins, a quien había tenido que ceder el volante a mitad de la prueba), repitiéndose la situación en el G. P. de Nürburgring aunque sin puntuar, y abandonando en Monza por problemas de neumáticos.

Murió en 1957, sin haber llegado a cumplir los 30 años, lo que sin duda ayudó a acrecentar su leyenda, pues el automovilismo deportivo estaba dominado en aquella época por héroes que rondaban o superaban ampliamente los 40.


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