¿Alguien lleva la cuenta de las veces que hemos dicho en Nürbu este año, que McLaren, incluso tirando de Papaya rules, no era capaz por sí sola de mantener vivo el espectáculo?, pues la noticia del Gran Premio de Estados Unidos consistía en que venía Verstappen y poco menos estábamos salvados...
El drama tiene sus gabelas y a falta de pan buenas son tortas, o eso dicen, porque la cita, en sí, fue casi tan muermo como las tres anteriores.
No hubo que resolver demasiadas ecuaciones para comprobar que desde que Sáinz fundió las posibilidades de Antonelli en la vuelta 5, para terminar abandonando, las siete primeras posiciones de la parrilla al final de la prueba fueron prácticamente las mismas que en el reinicio tras el VSC en el giro 9, y digo «prácticamente», porque únicamente cambió el titular de la segunda plaza: Norris por Leclerc, para alborozo de Martin Brundle y los chicos de Sky Sports.
Sosa y previsible de cojones, Max llevó las riendas de la competición de cabo a rabo, tanto que a punto estuvo de firmar el séptimo Grand Chelem de su carrera profesional al sumar a su dominio en pista la pole obtenida el sábado, aunque, como venimos diciendo, el hito no sucedió en Austin porque Kimi estuvo más listo que él llevándose la vuelta rápida en el giro 33.
¿Qué destacaría del GP USA? Bueno, destacaría el cambio de relato. El holandés ha dejado de ser el notas que aburría a propios y extraños, pues, ¡qué carajo!, mientras a Oscar se le acumulan las cosas raras en la columna del debe, Lando necesita como el comer medirse con un auténtico coco para dar un poco de brillo al título que ganará en Abu Dhabi.
Verstappen, Norris y Leclerc en el podio, y México en el horizonte...
Os leo.

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