De los dos títulos de Constructores que hemos regalado a McLaren por su cara bonita, sin lugar a dudas el de este año ha rozado mínimos, lo que me lleva a no entender cómo no hemos tomado las calles gritando ¡Así, no, por Dios. Así no!
En términos narrativos, el campeonato 2024 fue una bonita lección de lo que se puede esperar de la F1, y supo organizarse alrededor de una idea sencillamente fantástica: el establishment obligando a Red Bull a que diera aire a la de Woking, aprovechando para ello que Horner la había liado parda y, literalmente, estaba pillado por los cataplines ante el público y la prensa, el accionariado de la austriaca, y, por supuesto, la FIA y Liberty Media. Espectáculo puro, vaya.
La tramoya saltaba a la vista, lo que facilitó que resultara sencillo establecer un nítido vínculo entre el acuerdo de adquisición de McLaren por el fondo soberano de Bahrein [Mumtalakat adquiere la plena propiedad de McLaren Group tras su reorganización de capital] —operación que se ha completado hace nada con la absorción de las participaciones residuales—, las continuas quejas y altisonancias de Zak Brown contra la de las bebidas energéticas, y, obviamente, la extraña petición que hizo Domenicali a la de Milton Keynes a comienzos de temporada [Christian Horner admite una solicitud inesperada a Red Bull F1 por parte de Stefano Domenicali].
No había que ser especialmente listo, ni consumir DIGI, para imaginar por qué Red Bull acabó sacrificando a Checo Pérez o dónde se inició la crisis interna que alcanzó su clímax con el anuncio de la salida de Adrian Newey...
Sintetizando, que es gerundio y tenéis bastante material en Nürbu con el que pasar el rato: lo de 2024 estuvo incluso bonito porque se veían las tripas del monstruo y todo recordaba los tiempos de las intrigas y devolución de favores made in Bernie, pero 2025 no ha llegado a ese nivel ni por asomo, pues si el año pasado hubo que parar al RB20 —la escudería capitaneó la de Constructores hasta Azerbaiyán, (15 de septiembre), y sin segundo piloto desde mediados de mayo—, en esta ocasión el RB21 ya estaba muerto en Melbourne y no suposo ninguna amenaza salvo en manos de Verstappen y en momentos muy puntuales del inicio de sesión.
En sentido literal y figurado, McLaren sólo tenía que gestionar sus posibilidades para certificar la consecución del segundo título prometido, pero se ha enredado de mala manera y, disculpadme que lo diga así: lo ha hecho con el trasero intentando matar dos pájaros de un tiro, sobre todo, por empeñarse en satisfacer el anhelo británico por encontrarle un heredero a Hamilton.
Sin Ferrari ni Mercedes —hablaré otro día de esto—, ni Red Bull, como apuntaba más arriba, Norris no ha sabido dar el tipo y se ha hundido cometiendo más errores de los que puede asimilar un futuro Campeón del Mundo, que lo será. Piastri, sin embargo, ha mostrado mejor tono y desde luego mayor solvencia... pero, ¡mecachis!, ha sido ninguneado y torpedeado sin miramiento por su propio equipo.
McLaren conseguía su segundo Mundial en Singapur, pero a mi modo de ver, dejando a la estela de su hazaña un sabor bastante chusco porque siempre hay un campeón pero no siempre hay un gran campeón, y éste ha sido el caso de 2025.
Os leo.

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