martes, 21 de enero de 2025

Todo es fútbol


Incluiría La vida de Brian (Life of Brian) en el currículo académico de Periodismo, y exigiría su incorporación inmediata al de cualquier máster o capacitación en eso que se viene llamando Periodismo deportivo.

Nunca he ocultado que me llevo mal con el academicismo, sobre todo si es rancio, pero, en la actualidad, es pasearse por algunos perfiles en redes y encontrar por aquí y por allá continuas referencias a doctorados y másteres, y que me asalten las ganas de preguntar qué coño enseñan si luego casi todo es abusar del modo condicional en los textos, amén del punto seguido y los puntos suspensivos; o dejar caer la terminación de las frases en las retransmisiones, o mantenerlas suspendidas en el aire, como queda la pelota al tocar la red al inicio de Match Point; o llegar a gritar gol o el final de una competición como si se precisara ganar plaza en el Festival de Eurovisión; o narrar adelantamientos de monoplazas durante un Gran Premio como si se tratase del avance de un delantero hacia el área rival.

Sabéis de sobra que asumo de muy mala gana que los futboleros nos vayan ganando por goleada —espero que hayáis pillado el chiste—, pero la cosa en la Fórmula 1 sólo puede ir a peor si el periodismo que nos afecta insiste en abusar de los inconfundibles tonos y costumbres del balompié.

Vale que Antonio Lobato confesara que venía del fútbol antes de que lo metieran en esto de los cochecitos, pero escuchas a Martin Brundle, y en demasiadas ocasiones parece que está retransmitiendo un partido de la Premier League en vez de una prueba de F1.

Por esto mismo insisto en que La vida de Brian sea asignatura clave en Periodismo. 

Es una cinta inglesa y jamás levantará sospechas de alonsismo felón. Su metraje nos demuestra que con la humildad, los colores y el respeto debido, mejor prepararse un canuto que andar por ahí aireando carencias propias y ajenas, sobre todo las primeras. Nos enseña además que los datos y su certeza incontestable, únicamente sirven para obligar al pobre Brian a que escriba bien Romani ite domum y odie toda su vida la brocha y el cubo de pintura. 

Y, en definitiva, nos apercibe de que si llamamos Pijus Magníficus a Toto Wolff tampoco nos irá peor, pues nadie nos devolverá el Gran Premio de Bélgica de 2021, ni el de Mónaco de 2024 dejará de haber resultado una procesión, en su más penoso significado.

Os leo.

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