sábado, 12 de octubre de 2024

1951, Pedralbes


La posguerra española fue un periodo dilatado en el tiempo pues sumó a la de nuestra Guerra Civil (1936 a 1939) la de la Segunda Guerra Mundial (1939 a 1945), que se ensañó especialmente con la población civil, por la represión interna del Régimen y el aislamiento internacional provocado por la ayuda que recibieron los golpistas de Mussolini y Hitler a la hora de acabar con la República, y el posterior alineamiento de Franco con la Italia fascista y la Alemania nazi durante la contienda mundial.

Por aquella época, la CSI (Commission Sportive Internationale) decretó el reinicio de la actividad automovilística deportiva en 1946 bajo el mandato de René de Knyff, aunque sería su sucesor Augustin Pérouse quien reformuló la actividad. Quedaban unos años para que los nuevos aires se concretasen en un Campeonato Mundial de Pilotos que vería la luz en 1950, pero, para España, todo ello suponía una quimera, al menos en el corto plazo.

Franco no era amigo de los coches de carreras y la competición, prefería el fútbol, los toros, la caza y la pesca, o amenizar sus horas de ocio jugando al golf, aunque el General José Moscardó, a la sazón Delegado Nacional de Deportes desde el invierno de 1951, sí entrevió las enormes posibilidades que podría traer consigo volver a celebrar un Gran Premio de España después de 16 años. 

La Penya Rhin había utilizado el trazado de Montjuïc para sus eventos desde el 33 hasta el 36 inclusive, pero en 1946 los trasladó a uno de los barrios residenciales de la Ciudad Condal, Pedralbes. El industrial Joaquim Molins, presidente de la asociación y amigo de Juan Antonio Samaranch, hombre de confianza de Moscardó en el Ayuntamiento de Barcelona, se puso inmediatamente manos a la obra para tenerlo todo listo para la fecha señalada por la FISA, el 28 de octubre, la última cita del calendario 1951.

Con el apoyo del Real Automóvil Club de España y más implicación institucional, y dinero, Penya Rhin abordó su clásica con mayor comodidad que otras veces, así, el XI Gran Premio Internacional Peña Rhin, VIII Copa Barcelona España, tuvo un colofón de oro con el retorno del Gran Premio de España al panorama deportivo patrio, y nada menos que con Juan Manuel Fangio, Alberto Ascari y José Froilán González, con posibilidades matemáticas de conseguir el título.

El despliegue publicitario, la trayectoria de Penya Rhin y su reconocimiento internacional, así como que Pedralbes fuese el lugar donde se iba a dirimir el Campeonato, hicieron que la respuesta del público fuese extraordinaria, sobre todo en los laterales de la larga recta que proponía la Avenida del Generalísimo Franco, hoy Avinguda Diagonal, donde los vehículos desplegaban todo su potencial y alcanzaban velocidades vertiginosas. La inscripción también estuvo a la altura de las expectativas. Nada menos que 48 conductores presentaron candidatura, de los cuales, únicamente 20 tomarían la salida tras el pertinente paso por comisarios y la ronda clasificatoria, entre los que se encontraban Juan Jover y Paco Godia.


Como era de esperar, Ascari, Fangio y González ocuparon la primera línea de la parrilla junto a Nino Farina en cuarta posición, con el milanés como poleman.

El Gran Premio constaba de algo más de 442 kilómetros distribuidos en 70 vueltas a Pedralbes, pero para Ascari el calvario comenzó pronto. Su Ferrari 375 empezó a dar muestras de no ir bien mientras intentaba retener a Farina, que había salido como una bala y circulaba segundo, aunque la circunstancia la aprovechó el Chueco, quien supo ponerse en cabeza en el giro 4 para dominar desde aquel preciso instante los 66 restantes sobre su Alfa Romeo 159, ver la ajedrezada en la plaza de privilegio y sentenciar en Barcelona su primer título mundial.

Testone González concluyó segundo sobre otro 375 de Maranello y Farina acabó tercero conduciendo otro de los cuatro 159 inscritos. Entonces no se estilaban los podios, pero la victoria del argentino fue ampliamente festejada por autoridades y público, como atestiguan las fotografías y las crónicas.

Habrá que esperar a 1954 para volver a disfrutar de un nuevo Gran Premio de España, también en Pedralbes, pero, con vuestro permiso, esa historia la contaremos otro día.

Os leo.

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