Queda muy bonito el pebetero cernido en el aire de las noches parisinas, recordándonos que el deporte aúna los sentimientos de los pueblos limando sus diferencias, quitando filo a las aristas entre vecinos y sacando lo mejor del ser humano; que había algo por ahí a lo que se llamaba tregua olímpica y ya no se impulsa ni se estila ni nada...
Vi el final de la ceremonia inaugural en París y consumo lo que toca en mis cada vez más breves estancias en redes y lo que obliga el televisor cuando tomo café con Elías, o solo. Es época de Juegos Olímpicos pero puedo permitirme el lujo de darle la espalda sin que me cueste luego conciliar el sueño.
Os leo.
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