domingo, 23 de junio de 2024

El fuego reparador


Mañana San Juan y esta noche el olor a humo que viaja desde lejos hasta el patio. 

Entre que no se reciclaba y éramos unos desaprensivos de la órdiga bendita con el medio ambiente, antaño se preparaban las sanjuanadas del año siguiente todavía humeando las del corriente. Entonces Santurce lucía espacios abiertos entre los bloques de casas recién construidas, descampados de reducido tamaño que se ocupaban como huertos rodeados de zarzas, moreras y algunos árboles frutales, manzanos y perales la mayoría; donde habitaban los gatos y los malditos roedores, y donde mi hermano y sus amigos levantaban algún cobertizo (txabola) en cuyo interior mataban su adolescencia fumando Celtas, Ducados, o cometiendo otro tipo de pecados veniales.

Allí también se hacían fogatas la noche de San Juan, que no es sino la noche que antecede al día de San Juan el Bautista —hasta muy tarde siempre pensé que se trataba de San Juan el Evangelista, el apóstol dulce y bueno—; aunque las que valían la pena, las grandes y majestuosas que no se consumían del todo hasta la mañana siguiente, se levantaban en las laderas del Serantes, más allá de Las Viñas o Mamariga, o en el Cueto, o Cabieces, o en el vasto territorio comanche que existía entre mi pueblo de acogida y mi pueblo natal, Portugalete.

A estas últimas nos llevaban Amama con la abuelilla María y el abuelillo José a mi hermana y a mí. Abrigados los dos porque siempre había que ir muy abrigado a todos lados no fuera a ser que recién estrenado el verano también pillásemos una corriente de aquellas que acechaban en cualquier esquina para ocasionarte un buen catarro...

Me estoy riendo mientras escribo. Disculpad, se me amontonan los buenos recuerdos...

En fin, habíamos quedado en que huele a humo de hoguera y a que mañana será un día lindo porque los gatos de Gorliz maúllan a la luna y el cielo deja ver las estrellas.

Os leo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario