miércoles, 29 de mayo de 2024

La mala racha


Son muy jóvenes, pero a lo que le está sucediendo a Checo lo llamábamos antes «mala racha», un episodio en el que se juntaba todo lo malo, en el que todo salía chusco y no se daba pie con bola, incluso sin tener responsabilidad alguna, y, por increíble que parezca, nadie pedía la cabeza de nadie ni montaba el pollo para que dejara libre el asiento o se jubilara. Se sobrentendía que las malas rachas pasan, se acaban, ¡zas!, ¡se olvidan!

Mal asunto es que una mala racha dure excesivamente, pues entonces ya no es mala racha en sentido estricto, sino síntoma.

Personalmente no veo ningún síntoma en lo de Pérez. Es el número dos de Milton Keynes y, puesto que se hace necesario probar cositas al inicio de temporada, a él le toca hacer el trabajo menos grato, de manera que los arqueólogos hablan de RB20 distintos y los críos pierden la poca paciencia que tienen. En Mónaco, por ejemplo, el monoplaza austriaco era infinitamente más eficiente que los Haas, los Kick Sauber y los Williams, aerodinámicamente hablando, pero un vehículo rabioso de conducir y algo de tono bajo en el muro de Red Bull pusieron al mexicano a los pies de los caballos en clasificación. Aire sucio, circuito cabrón, un simple toque acabó con cualquier atisbo de revertir lo malo que estaba por venir saliendo décimo octavo.

Cuando vienes del fútbol a la F1 piensas que las malas rachas se zanjan cambiando al arquero, al delantero, al entrenador, que, a su vez, sufrirán sus propias malas rachas... un no parar; pero a lo que vamos: es mejor esperar y dejar el tiempo correr, porque salvo en el caso de los duelistas a pistola o flotere —nunca se recuperan de un bajón de estas características—, los deportistas de élite siempre dejan atrás sus etapas infaustas y disfrutan de las buenas rachas, que haberlas haylas.

Os leo.

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