domingo, 28 de enero de 2024

Un balón entre las piernas


Ésta es buena época para palpar las hechuras futboleras de nuestra actividad, y me disculpen quienes se sientan agraviados por agitar con hielo y una filigrana de Mbappé, tres partes de Ferrari, una de Mercedes-Benz y media medida de Adrian Newey...

No hay nada personal en esto que voy a escribir, pero se equivoca de plano quien piense que se puede ocultar el alma balompédica llamando hooligan al que tiene atragantado un piloto o una escudería, o, acaso, mostrando en redes sociales verdadero arrobo por las carreras, neutralidad equidistante y apasionamiento sin par, etcétera.

Al amparo del enésimo ejercicio especulativo de nuestro deporte a cuenta de renovaciones y contratos, ha surgido inevitable el Pedrerol que todos llevamos dentro. 

Bueno, todos no, disculpadme. Por fortuna no llevo un balón entre las piernas y soy de esos que valoran a los conductores por su desempeño sobre la máquina, por cómo se desenvuelven en cada circuito y luchan contra el compañero o los rivales, contra las circunstancias y el cronómetro y tal. El dinero está bien porque supone el precio que se pone al reconocimiento profesional, pero el valor real y la calidad son algo que no está tan vinculado, como nos quieren hacer ver, con el sueldo anual ni la duración contractual.

Os leo.

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