jueves, 2 de noviembre de 2023

El «paddock» en casa


A nada he estado de titular esta entrada «Bulería, bulería, tan dentro del alma mía...», pero, finalmente, me he decantado por «El paddock en casa» porque estamos cerquita de Navidades y no tiene igual como regalo de Olentzero o Reyes.

Amama —don Julián nunca estaba para estas cosas—, anduvo previsora evitando que cayera en mis manos un Quimicefa y la cocina de casa en Santurce saltara por los aires, pues bueno era yo con los experimentos y más si eran de química, eso sí, disfruté de algunos Juegos Reunidos Geiper y uno de Magia Borrás, lo que me permite hablar con cierta autoridad de lo que supone considerar que una cajita de cartón contiene todos los secretos del mundo...

Debería decir a mí no me miréis pues llevo dando la turrada desde década y media, por lo menos, con el peligro que anida en los bulos que recorren los cuatro puntos cardinales de nuestro deporte, la última vez hace unos días: «Liberty nos está metiendo en un follón de mil pares de narices, que, a ver, me importa bastante poco si no sois conscientes de la que se nos viene encima. No contenta con hacer migas el espectáculo, la norteamericana nos está dejando en manos de recién destetados que viven al ritmo que marca Tik-tok o cualquier otro invento del demonio, que creen que popularidad es sinónimo de calidad y, a pie juntillas, en que eso que pasa fuera de sus cabecitas huecas no tiene por qué llamarse realidad» [A caballo regalado].

Hay tantos a quien Fernando no les da de comer pero viven de puta madre tirando de rumores, noticias sin confirmar, testigos anónimos y susurradores de caballos a los que sus contratos les impiden que aparezca citado su nombre, que la chavalería se ha impregnado de un estado de cosas que asimila periodismo a mierda, y, bueno, de ahí para adelante, que lo mismo se puede jugar al Watergate desde casa que a los Papeles del Pentágono. Oh, wait!

Tenía que pasar y ha sucedido. Un conocido colaborador de DAZN e influencer en redes escribió después del Gran Premio de Ciudad de México un sencillo tuit expresando una sensación personal ante cierto rumor del que todavía no se sabe nada, y al poco se había desatado un incendio de dimensiones colosales al que se había sumado todo Dios porque quien no participa de estos saraos es un cobarde.

Fernando ha parado en seco la corriente especulativa. Por fortuna no ha habido víctimas, como cuando se afirmó que Lance cambiaba el volante por una raqueta, pero la perversa dinámica sigue estando ahí, emboscada, esperando una mejor oportunidad, mientras los que se llaman especialistas y se autodenominan periodistas, construyen su información veraz con los mismos filamentos que el tiktokero, twitchtero o youtuber, que siega cada día la hierba bajo los pies de una profesión que debería haberse mostrado menos permisiva, más celosa hacia sí misma, y para la que ahora ya es demasiado tarde.

Os leo.

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