Hay hechos y acaecidos en el variopinto escenario del motorsport que sólo adquieren explicación si contemplamos la intervención divina.
Que Lotus y John Player Special, por ejemplo, se encontraran a comienzos de la década de los setenta del siglo pasado, sólo pudo deberse a que el Altísimo andaba intentando dejar de fumar y en agradecimiento a ese cigarrillo que la mayoría de convictos llamamos «el último y no más», distinguió a la escudería de Colin con una librea que ha quedado en nuestras retinas por siempre jamás.
Gerard Lopez intentó replicar el milagro en aquella Lotus impostora que alegró la parrilla de Fórmula 1 entre 2012 y 2015, pero obviamente no funcionó.
Con los colores de Gulf embelleciendo aún más los Porsche 917 y los Ford GT 40 en La Sarthe debió ocurrir otro azar similar porque, sin lo sobrenatural, no hay respuesta posible a tan bellísima conjunción de volúmenes, líneas y colores. Como en el caso que mencionaba antes al respecto de Lotus, también se ha intentado repetir aquella maravilla aunque con escaso éxito, quizás porque Dios se cansó de hacernos favores y prefirió que los humanos nos apañáramos solos con el copy & paste.
Os leo.
Siempre me ha maravillado el GT-40 y efectivamente llegué a la conclusión que estás exponiendo cuando un amigo mio restauró su Vespa y la decoró con esos mismos colores de Gulf. Que bien la sentaban!!!
ResponderEliminarAbrazo a todos.
Álvaro