viernes, 23 de junio de 2023

El fuego reconciliador


Cuando crío, la abuela María, el abuelillo José y Amama, nos llevaban a mi hermana pequeña y a mí a ver las fogatas que se montaban la noche de San Juan entre Santurce y Portugalete, en una zona que después del accidente del Butano de 1967 se repobló con casitas prefabricadas que forman El Burgo, y que en su día dieron cobijo a las gentes que fueron arrancadas de los barrios de San Juan y Mamariga porque las autoridades consideraron arriesgado mantenerlas cerca de una industria química que no suponía ningún peligro cuando fue colocada allí, en la ladera del Serantes, a un palmo de las casas, al menos eso dijeron que decían los informes técnicos.

Hoy, por suerte, me basta salir al patio para oler a humo de Sanjuanada, y, afinando el olfato, distinguir los inconfundibles aromas a chocolate que sellan el inicio de esta noche mágica...

No quedan cartones en el pueblo desde esta mañana. Los críos han saqueado incluso los contenedores de reciclado y no entiendo cómo Amazon no patrocina los festejos que ya se están preparando en la playa, en San José o en Fanos, porque su imagen de marca es la que mejor quema, y la más abundante y más a mano para los pirómanos de la noche del 23 de junio a quienes Dios perdona y con más razón su discípulo bueno y amado, que no imagináis la advocación y arraigo que tiene el Santo Juan en mi tierra.

Iba a escribir sobre mariposas verde aguamarina, pero prefiero recordar el fuego reconciliador de mi niñez, el crepitar de aquellas llamas y el estallido de la leña, mientras los gatos de Gorliz maúllan a la luna y los diablillos siguen danzando alrededor de las hogueras, saludando con su alegría que la vida siempre nos brinda una nueva oportunidad...

Os leo.

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