Nürbu no iba dejar de acompañarte ahora que empiezas vida nueva y, sin imaginarlo, has puesto a tu padre en la tesitura de enfrentarse en pelota picada al abismo de ser «suegro», y posiblemente «abuelo» a nada que Nahitxu y tú hagáis los deberes.
Llegará el día en que tus hijas y tú miréis atrás por resolver la duda de qué coño hacía Aitite el día que te casabas en Dublín, horas antes de esa noche mágica de Magos de Oriente que tantas veces hemos compartido haciendo travesuras, y comprobéis juntos que te estaba dando las gracias por haberme permitido sostenerte en mis manazas de hobbit, recién salido del vientre de tu madre.
Sé feliz y acepta que, aún siendo un perfecto desconocido para muchos de los que me rodean, cuando había que bajarte la fiebre era yo quien se sumergía contigo en la bañera de agua fría, quien te calmaba meciéndote en mis brazos hasta que el coño pediatra comprendió que necesitabas biberón además de teta, quien cambiaba la hora de los relojes de casa cuando perdías el último metro.
Hemos vivido demasiadas guerras juntos para que hoy se me olvide agracederte todo lo que te debo, corazón, mucho menos para dejar pasar por alto repetirte lo orgulloso que me siento de ti, de tus tropiezos, de tus remontadas y tus triunfos. Alguien olvidó decirte que tengo la fea costumbre de recitar unos versos, unas rimas o unas coplillas, antes de desenvainar el acero, pero mi espada siempre estará de tu lado, por siempre jamás.
Tu espada nunca luchará sola, Josetxu. Aquí hay muchos hijos del poeta
ResponderEliminarFelicidades a tu hijo y su esposa, y que Crom siga guiando tus pasos y mantenga afilada tu pluma