Pedro ha sido acreditado como embajador de Aston Martin y su generosa sonrisa sigue chocando, frontalmente, con la idiocia de una tierra que no merece a sus héroes y los tacha de gafes o los acusa de equivocarse, o los maldice siempre por la suerte que los bendice y otros para sí quisieran, pues lo suyo es fruto del fario o la fortuna y hay quienes no se desdicen ni apean de esa estúpida idea por parecer británicos adorando y haciendo genuflexiones a un GOAT de plastilina.
El Pedro real es al Pedro que dibujan los de ahí fuera lo que Lope de Vega a los que reclaman que, en vez de a nuestro compatriota creador de la novela moderna, don Miguel, sea a William Shakespeare a quien homenajeemos en nuestro país cada Día Internacional del Libro. Ignorantes, imbéciles supinos, cretinos en superficie y profundidad, acomplejados que no distinguirían un ser descomunal de un cualquiera así lo tuvieran delante de sus narices.
El barcelonés es uno de nuestros mejores carros de combate. Mil veces muerto y mil veces resucitado, por aquello, nos ha jodido mayo con las flores, porque cuando no cuentas y eres un mindundis, fijo que te sale una oferta para trabajar en una de las diez escuderías que componen la parrilla de Fórmula 1, lo más exclusivo del automovilismo deportivo.
Os leo.
Que te voy a contar yo de mi Pedro, que tú no sepas...
ResponderEliminar¡Cuanto disfruté aquel podio en Hungría!. Pedro es de esa gente que te alegras de que le vaya bien dedique a lo que se dedique, pero si además es a esta labor directamente en la F1 más todavía. Es gente.
ResponderEliminarQue bonito y apropiado!!!!!
ResponderEliminarÁlvaro