El contrato de renovación del Autodromo Nazionale di Monza en el calendario F1 precisa de una notable inyección de dinero público —no es la pólvora del Rey sino que sale del bolsillo de los contribuyentes, y lo hará, si es el caso, en un momento peculiarmente complejo en lo económico—, y el CEO de Liberty Media, Stefano Domenicali, no ha tenido mejor ocurrencia que recordar a las autoridades del circuito que la historia no es suficiente [F1, Domenicali avverte Monza: «La storia non basta più per avere un futuro»].
Negar la mayor en según qué casos supone pecado de estupidez supina y alguien acaba de cometerlo.
No soy quién para indicar nada a don Stefano, ni ganas que tengo, la verdad, pero el desaparecido Ross Brawn —la bajada de perfil del británico sigue resultando antológica— nos compartió en 2017 los anhelos que albergaba Liberty para su nueva inversión, y no recuerdo haber leído nada de dinamitar la tradición que ha llevado a la Fórmula 1 donde está en estos instantes.
¿Necesita más dinero la norteamericana para que le cuadren las cuentas? Bueno, esto es comprensible y legítimo reclamarlo, lo que no resulta aceptable es poner el carro delante del burro y afirmar que es así como ha funcionado siempre, cuando son las carreras las que hacen grande un Mundial. Tal y como están las cosas, nuestra actividad sigue siendo costosa, previsible y sosa, proporcionalmente hablando y en comparativa con otras disciplinas, y si no fuera por el prestigio que aportan determinadas citas el nuestro sería un campeonato más.
Domenicali sabrá lo que hace soltando este tipo de amenacitas flanderianas, pero intuyo que debería cortarse un poco por evitar que alguien le diga a la cara dónde puede meterse sus opiniones.
Os leo.
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