¡Nano!

No pensaba escribir sobre Fernando hasta mañana, pero visto que hay a quien se le ha atragantado que los seguidores del asturiano celebremos su tercer puesto en Catar como si fuese una victoria, paso a Max a cola de publicaciones y me lío la manta a la cabeza por aquello del sólo se vive una vez y a ti te encontré en la calle, fin de la cita mariana.

El bicampeon del Mundo F1 2005/2006, subcampeón en 2010, 2012 y 2013, y tercero en 2007 empatado a puntos con el segundo, doble ganador de las 24 Horas de Le Mans, Campeón del Mundo de Resistencia 2018/19, entre otros muchos logros de diferente alcance y calado, ha vuelto a pisar podio en su primer año después de su regreso —Michael Schumacher tardó dos temporadas y media—, tras siete de sequía. Y lo ha hecho habiendo prometido que lo haría, sobre un pequeño hierro que mantuvo a raya a Hamilton en Hungría y hoy ha sido exprimido por el asturiano hasta conseguir terminar detrás de un Mercedes AMG y un Red Bull en Losail, construyendo, en definitiva, una preciosa carrera en la que la Espada de Damocles se llamaba Pirelli.

Si en vez de haber nacido en Oviedo fuese inglés, los británicos estarían poniéndonos las orejas rojas con el acaecido sin par, y, por ende, sus mamporreros se habrían venido arriba, pero es español y ello penaliza allende nuestras fronteras e intramuros. La IndyCar se ha hecho eco de su gesta [dentro enlace], pero aquí seguimos sin tener derecho, ¡mecachis!

Los apasionaditos de la Fórmula 1 no han entendido el chiste y a lo peor es que se les ha metido un prejuicio en el ojo, pero esto lo dejamos para otro día.

Os leo.