Hoy el búho de Gorliz me ha dicho que un tifoso cumple 9 años —no sé si lo conoces, Marc—, y con esa voz que tienen los buenos jefes de equipo me ha preguntado si podía dedicarle una vuelta rápida en Nürbu hablando de La Scuderia, de su Scuderia.
Ese niño ya sabe lo que es Ferrari porque el equipo italiano encuentra sitio en tu corazón y no te suelta, y suerte que tiene él de que le haya sucedido tan pronto. A mí me ocurrió algo más tarde, para qué voy a engañarle. Tendría unos 12 años cuando vi una fotografía del bólido rojo que conducía el belga Jacky Ickx, y supe al instante que me había enamorado para siempre.
El modenés no hacía vehículos como los demás, los trataba como órganos para iglesia, como obras de arte. Cada uno era distinto a su gemelo porque un mecánico se encargaba del motor desde la cuna de aceite hasta la última biela y tornillo y, otro, se encargaba de otro motor desde la cuna de aceite hasta el último tornillo, y otro más hacía otro tanto, y con los chasis y las carrocerías pasaba igual. En apariencia todos los cacharros de carreras eran similares pero a la vez resultaban diferentes porque tenían auténtica personalidad, y en pista, donde se miden los grandes, siempre destacaban como furias endemoniadas sobre cuatro ruedas, aunque se vieran obligados a morder el polvo, circunstancia que ocurría demasiadas veces.
Tú me entiendes, Marc. La vida no sirve de nada si no lo intentas, si no decides que más vale saber que no lo has conseguido que quedarte con la duda de qué habría pasado de haberte atrevido a hacer aquello que no hiciste. Enzo nos enseñó eso mismo: el valor del fracaso como estímulo para continuar así caigan chuzos de punta.
Ese crío que hoy ha celebrado su cumpleaños, y tú, Marc, creceréis y os haréis mayores. Llegaréis muy alto estudiando con tesón, superando los problemas del día a día, siendo cada vez mejores. Os enamoraréis de verdad, de gente de carne y hueso. Tendréis hijos, lucharéis como jabatos para salir adelante, y, a diferencia de los seguidores de otros equipos, Ferrari y su potro rampante siempre estarán con vosotros, como están a mi lado en este instante...
Sube, me han prestado el 312B de Ickx. No tengas miedo. Su volante es redondo y no va lleno de botones como el de Seb y Charles. El cambio de marchas está a tu derecha y en vez de dos pedales tiene tres porque en su época no se estilaba que el ingeniero de pista te hablara por radio. Acelera suavemente ya que hay que meter el motor en temperatura. Damos una vuelta a Spa-Francorchamps y, en cuanto pasemos por recta de meta, es todo tuyo y yo dejo de hablar.
Zorionak, txapeldun!
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