La vida es demasiado corta como para pasársela superando exámenes prácticamente a diario y, creo, es nuestra obligación ser felices, a veces por cojones, y disculpadme el exabrupto.
Como sucede en toda sociedad en decadencia nos abundan los expertos y a nosotros nos sobra la necesidad de que nos digan cómo hay que orinar, cuánto hay que dormir, cuántas calorías hay que ingerir, qué caprichitos nos podemos dar, etcétera. Y confluyen estas dos realidades y existen cursillos para acariciar, para besar, para dar los buenos días correctamente, para ligar en las discotecas, para ser padres, para conseguir seguidores en redes, para escribir un libro, para llevar un blog o para triunfar siendo rebeldes, como si el éxito fuese la meta de todo y no una circunstancia sin la que se puede vivir perfectamente.
Había entonces un aire de camaradería que se ha perdido, peor aún, que se ha sustituido por una censura previa que lleva a muchos a evitar exponer sus idas de olla porque saben que se van a encontrar con gente que lleva el criterio de autoridad bajo el brazo, calentito. Nosequién no opina igual. ¿Eso quién lo ha dicho? Mejor nos lo explica tal o cual o Pascual...
En consecuencia nos hemos convertido en seres que no disfrutan al completo de la Fórmula 1 porque no la exploran desde la medida de sus limitaciones y se pasan media vida esperando a que los gurús dicten veredicto. Y como abundan de estos que no saben bajarse de su columnita flanderiana ni expresarse para que el vulgo les comprenda, cunde la negación del otro y se le impide hablar porque no ha sido bendecido por los que reparten carnés. Y como afición nos empobrecemos porque es complicado vivir bajo un escrutinio constante, y gana la corriente de pensamiento oficial que únicamente se moja los pies para sentenciar que el muerto está muerto sólo cuando el cadáver ya está frío.
Los entrenamientos de pretemporada no son el mejor lugar para sacar conclusiones, ni un puñado de imágenes de las presentaciones dan para acertar quinielas, pero no hay nada malo en intentarlo sin necesidad de esperar a Abu Dhabi para tener la certeza, que sé que nos entendemos.
Daros una coño oportunidad, es bonito vivir sin certezas, abriéndose paso en la realidad a golpe de machete. A poder ser en compañía y evitando a las supernannies que tanto abundan en redes sociales y salen de sus cuevas estos días para parecer los más rigurosos y los que mejores cartas juegan.
Os leo.
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