El 2021 que viene

Tampoco os hagáis mala sangre. Son muchos años mencionando a Giuseppe Tomasi di Lampedusa y comprobando que las promesas que hace nuestro deporte a los aficionados quedan en agua de borrajas, como para tomar en excesiva consideración mis tristes expectativas sobre los cambios reglamentarios que se han previsto para 2021. No soy tan importante, en serio.

Con esto del recorte de la superficie del fondo plano se ha venido a salvar a Pirelli, no más, y más profundo aún, a rescatar el culo de los que decidieron apostar en 2019 porque la milanesa no evolucionara su producto para 2020, que, al final, es el que se nos ha quedado para esta nueva temporada porque se cruzó en nuestro camino el coronavirus.

No preveo un mejor reparto de cartas ni un mayor espectáculo ni más adelantamientos. No es que no me muestre optimista, es que no lo veo. Si quitamos en aerodinámica estamos dando más importancia a las unidades de potencia y aquí cabe muy poquito que decir. La de Stuttgart sigue siendo la mejor de todas y, en consecuencia, los equipos que montan el propulsor alemán van a seguir gozando de cierta ventaja. Eso sí, en el caso de que Ferrari resuelva las flaquezas de la suya volveríamos al escenario de 2019. Y si Renault continúa progresando mejorará la carga de show en la zona media de la parrilla. Honda se va, y lo mismo sale a hombros que a lo Curro Romero en sus peores tardes...

No sé, vivimos en un mundo tan chiquitito que cualquier cambio se percibe como el repliegue del mar ante la llegada de un tsunami, pero ya digo que estamos salvando al proveedor único de gomas y convendría que no perdiésemos el enfoque. Hace falta menos downforce para que los compuestos aguanten y en esto consiste el cambio que han acometido la FIA y los equipos: en dar aire a un fabricante que no ha destacado, precisamente, por favorecer la lucha en pista.

Nos quedan los bargeboards, pero, con vuestro permiso, echaré el ratito sobre ellos en otro momento.

«Cambiar todo para que nada cambie». Os leo.