Buenas noticias

Lo comenté cuando comenzamos a percibir que Lewis trataba de cambiar la historia para adaptarla a su gusto: suponía una gran noticia que el por entonces tetracampeón tratase de borrar huellas y reconfigurar su pasado. 

Aquel repinte le salió como tiro por culata. A los vecinos de Stevenage les sentó como una patada en salva sea la parte que tildara su población de suburbio, y, lo cierto es que de éstas va a comerse unas cuantas por mucho que él sueñe lo contrario y la prensa británica, su gran protectora y aliada, le haya tomado el relevo con la brocha gorda en la mano. 

Sea como fuere, los british han perdido la partida si hay que ir a 2007 para preguntarse sobre la «misteriosa» pérdida de su primer título mundial [The Myterious Loss of Hamilton's First F1 Title] olvidando las palabras de Ron Dennis en 2015 [Dennis culpa a Hamilton del inicio de la crisis de McLaren en 2007], las extra lap y el ambiente tóxico que reinaba en los boxes de McLaren —que llevó a la familia de Fernando a ver la primera cita del Mundial desde el garaje de Renault—, o los insultos por radio en Hungría o el empate a puntos, etcétera.

Desgraciadamente hoy se nos ha caído un ídolo, es lo que más lamento. Maese tuvo la cautela de llamarlo «un cuento de espías» porque, intuyo, no confiaba en la total veracidad de lo que le contaban su garganta profunda y el padre de Molina ni, por supuesto, en aquello que se deslizaba en los mentideros del paddock a partir del tercer gin tonic. Mark Hughes es más soberbio y ni siquiera ha mostrado el más mínimo respeto por sus lectores advirtiendo que ha podido pergeñar una historia sesgada en la que no caben globos y champán en Shanghai, que da por segura la victoria de Lewis allí, que acepta que lo sucedido en Hungaroring entraba dentro de lo normal, que niega, además, que Dennis tuviera intención de retener al asturiano.

A Schumacher no le hizo ninguna falta difuminar su pasado. Era grande porque sí, y lo demostró sobradamente. Su desempeño en pista lo describía y jamás insinuó interés en borrar una coma, una frase, un párrafo, ni precisó nunca de que los juntaletras escribieran que lo que vieron los aficionados como blanco era en realidad negro...

Supongo que es cuestión de estatura personal. El Kaiser estaba por encima de sus propias cosas, buenas y malas, profundas como un abismo negro o luminosas como una estrella que recién acaba de estallar. Hamilton es chiquitito a pesar de sus siete títulos, y esto es una buena noticia porque nos explica su dominio en una era en la que para ciertos gurús, resulta más interesante hablar de 2007 que indagar en la cantidad de sucesos extraños que rodearon el declive de Nico Rosberg a partir del Gran Premio de Bélgica de 2014.

Os leo.