viernes, 4 de septiembre de 2020

¿Es legítimo aburrirse?


Rebosamos obispos y cardenales de la cosa, y claro, los de las órdenes mendicantes no damos abasto con nuestra legendaria incultura, nuestra sempiterna carencia de mimbres para hacer cestos, y nuestros santos cojonazos para quejarnos de algo que a todas luces no entendemos. Luego se te pasa cuando lees que Hamilton y Verstappen consideraron el Gran Premio de Bélgica poco emocionante, o recuerdas la cara de Vettel desde comienzos de temporada o antes, o cómo el alemán añora los V10, etcétera, y te espabilas del todo con Nigel Roebuck [How F1 has lost its way].

No es que no lo haya escrito aquí mismo, en Nürbu, pero sólo se me ocurre que esto no funciona como debería para que nuestro deporte diga siempre que anda buscando el espectáculo, que de tanto en tanto baraje nuevos formatos de clasificación o nos someta a la tortura de los cambios de reglamento tras meses y meses de arduas negociaciones, que al final dejan todo igual cuando no peor. Comprendo a nuestra curia. Ellos está cómodos razonando en redes sociales sobre la complejidad de la actividad o sobre la virginidad de Toto Wolff, que para el caso da lo mismo. Les gusta el poder, la política y el politiqueo entre pasillos, pero ya es casualidad que los de abajo, los llorones, percibamos idéntica sensación que los de arriba del todo: esto hay que cambiarlo en pista, y a la mayor brevedad posible.

Os leo.

1 comentario: