No creo en las endogamias ni en las puertas giratorias ni en que, alguien, quien sea, valga lo mismo para gestionar la dirección deportiva de un equipo como La Scuderia, que para ponerse al frente de una empresa filial de Audi o dar el salto como CEO de Liberty Media sustituyendo a Chase Carey en la Fórmula 1. Mira que lo tengo dicho, pero no, no soy de esos que creen que la gente como Domenicali pertenece a una especie de casta superior, cuyos representantes sirven para un roto y un descosido pero siempre están arriba, al estilo Felipe González o José María Aznar, como el aceite...
De concretarse el asunto, el bueno de Stefano, a quien apodé «el seminarista» cuando dirigía la de Il Cavallino Rapante en pista, supondrá un nuevo gestor al que, por obligación, deberemos mirar con lupa. Que sea un ex de Ferrari supone lo mismo que decir de él que es un ex de Audi por haber ejercido de manús en Lamboghini, pero lo importante no es eso sino lo que haga en Liberty con nuestro deporte, porque para eso parece que lo han llamado.
Por demás, tuvo agallas suficientes para poner su carta de dimisión sobre la mesa de Luca Cordero di Montezemolo cuando entendió que en Maranello ocurren pocos milagros. Y qué queréis que os diga, un tipo que sabe en qué consiste el verbo dimitir me merece todos los respetos. Otra cosa será en Liberty, sin duda, pero ahí mejor le juzgamos por lo que consigue, sin antelaciones ni prisas.
Os leo.
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