Utilicé esta misma imagen de encabezamiento al término del Gran Premio de Azerbaiyán 2017, cuando a Valtteri lo liberaron de sus obligaciones contractuales y pudo firmar un recorte con los puestos de cabeza de los que quitan el hipo, básicamente porque le dijeron por radio: ¡al ataque!
Muchos concretaron la hazaña esbozando la raíz del milagro: ¡el coche!, y claro que era el W08, al menos en buena medida, pero como suele suceder en estos casos, también era el piloto, que no es por nada, pero Bakú no es un circuito que permita excesos o machadas salvo que las manos y cabeza del conductor permanezcan en estado de gracia...
Muchos concretaron la hazaña esbozando la raíz del milagro: ¡el coche!, y claro que era el W08, al menos en buena medida, pero como suele suceder en estos casos, también era el piloto, que no es por nada, pero Bakú no es un circuito que permita excesos o machadas salvo que las manos y cabeza del conductor permanezcan en estado de gracia...
En realidad, y creo que lo mencioné, el truco de todo aquello estuvo en la ruptura de esa estúpida tregua que mantienen los equipos con tal de fardar, entre ellos, sobre valores de sostenibilidad que gracias a Dios no cree nadie. Estamos de cuarentena y fijo que hemos ahorrado en suelas de zapatos, aunque nadie con dos dedos de frente lo admitiría como ejemplo de buena gestión de recursos.
No correr no es ahorrar; limitar las unidades de potencia, los entrenamientos, el caudal de gasolina, etcétera, no supone optimizar nada, simplemente es ahorrar en vez de competir, que sé que nos entendemos.
No correr no es ahorrar; limitar las unidades de potencia, los entrenamientos, el caudal de gasolina, etcétera, no supone optimizar nada, simplemente es ahorrar en vez de competir, que sé que nos entendemos.
Aquel domingo pudimos comprobar que el Mercedes AMG parecía una centella y el titular del dorsal número 77 lo pilotaba de verdad, en plena exigencia mental y física, rozando los límites de la mecánica en franca lucha contra el cronómetro y la distancia que le separaba del Williams de Lance Stroll y el Red Bull de Daniel Ricciardo. Y aunque el chiste sale solo, cabe preguntarse esta noche por qué llamamos espectáculo a insistir en hacer todo lo contrario de lo que dicta el sentido común aplicado a las carreras de coches.
Descansad. Os leo.
Descansad. Os leo.
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