martes, 3 de marzo de 2020

En manos del destino


Iba a haber titulado esta entrada «El día en que Jackie volvió a nacer», pero ya sabéis lo reacio que soy a los titulos largos, así que, ya en harina y puesto que Charlie Whiting sigue siendo, a decir de algunos, poco menos que el hombre que más ha hecho por la seguridad en la Fórmula 1, vamos a recordar una anécdota que he contado en otras ocasiones pero merece la pena repetir.

Pongámonos primero en situación: en 1966, Spa-Francorchamps dispone de una cuerda de 14'120 kilómetros y al término de la primera vuelta del Gran Premio de Bélgica, de los que quince coches que han tomado la salida sólo continúan en carrera siete. Finalizarán cinco vehículos con el Ferrari de John Surtees en cabeza, pero ésa es otra historia, porque lo interesante para lo que nos ocupa sucede en el primer giro.

La prueba comienza sobre piso seco en todo el trazado, pero apenas han pasado un par de minutos la situación va a cambiar dramáticamente con todos los monoplazas circulando a alta velocidad. Llueve a mares, sobre todo en la parte alta del circuito, y aunque el temporal de agua avanza hacia el Norte y acabará mojándolo por completo con diferentes intensidades, la tragedia se masca en estos instantes previos, aunque, gracias a Dios, ningún piloto perderá la vida.

Jackie Stewart bajaba a 270 km/h. por Masta Kink con dirección a Stavelot cuando perdía el control de su BRM P261, con tan mala fortuna que el aquaplaning lo desplazaba hacia la cuneta derecha, llevándole a chocar lateralmente con un poste de telégrafos, para girar luego sobre sí mismo y golpear primero un cobertizo y terminar después a unos metros de la pared de una granja tras haber frenado en las maderas de los cercados. El coche quedaba en posición horizontal pero inclinado hacia delante. Parecía una banana en palabras del propio Jackie [Surtees wins as Stewart is trapped].

El escocés había quedado atrapado en la carrocería deformada y no podía salir por sus medios porque la barra de la dirección y el volante se lo impedían. Son unos instantes terriblemente largos. Uno de los depósitos laterales se había roto y estaba vertiendo carburante en la bañera del habitáculo y empapando la ropa del piloto, mientras la bomba de gasolina seguía en funcionamiento debido a que el pedal del acelerador continuaba apretado por el pie de Stewart...

Combustible, lluvia y riesgo de que saltara una chispa, seguro que podéis imaginarlo. Y bien, por suerte, si se puede decir así, Graham Hill también se había salido cerca de su compañero y corría presto a sacarlo de allí sin calibrar siquiera lo que se iba a encontrar. El inglés apagaba la bomba de carburante y con sumo cuidado y la ayuda de unas herramientas prestadas por un espectador, lograba separar el volante de la barra de dirección y excarcelar a Jackie, quien pidió inmediatamente que le desnudasen a pesar de las heridas porque la gasolina en la ropa ya estaba quemando su piel...

La anécdota es más larga e incluye una ambulancia que no es otra cosa que un autobús con botiquín reconvertido para transportar camillas, exclusivamente, y un viaje hacia el hospital de Verviers que resultará como el rosario de la aurora porque el conductor se perderá varias veces durante el trayecto.

Además del artículo enlazado hace unos párrafos existe un amplia bibliografía al respecto y os recomiendo que la leáis porque no tiene desperdicio comprender qué concepto de seguridad estaba vigente entonces. Stewart acabó saliendo con bien de aquello y terminaría ganando sus tres Mundiales, pero, sobre todo, germinó en él la necesidad de cambiar muchas cosas, lo que le llevó a ser uno de los principales promotores de las revueltas, plantones y negativas protagonizadas los años posteriores por la GPDA (Grand Prix Drivers' Association), en aras de mejorar las expectativas de vida de los pilotos una vez habían subido a sus coches.

Siendo honestos, cabe recordar que aquellos bravos conductores hicieron más por la seguridad en los circuitos de carreras que el bueno de Charlie.

Os leo.

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