Se nos está quedando buen día para recordar a Niki, sobre todo el de aquella época que rodea la película Rush.
Él se mostró muy satisfecho con el resultado y, también, de haber ayudado a Daniel Brull a encarnar su personaje en la cinta, pero esta faceta suya forma parte del Lauda público que con tanto mimo y esfuerzo cuidaba el austriaco en vida: un Niki deconstruido y vuelto a renacer tantas veces como hiciera falta, un Ave Fenix cada vez más brillante después del correspondiente renacer de las cenizas...
Esta etapa a la que nos estamos refiriendo no era como la actual en términos de medios e información, la prensa iba a buscarte y no precisamente para repartir besos o abrazos —la segunda, la de McLaren, tampoco tenía mucho que ver aunque fue mucho más clemente con nuestro protagonista—. En fin, un niño pijo suponía un caramelo para los plumillas, y la soberbia aristocrática del Niki educado en buenos colegios facilitaba la labor de propinarle leña. Era bueno, inteligente y veloz en pista, así que le buscaban las vueltas en cualquier resquicio: era un pesetero, iba de sobrado, hablaba claro o se mostraba cínico, hiriente demasiadas veces, quizás se lo tenía creído...
Respeto se pide a nuestros periodistas cuando hablan de las bailarinas del paddock, ¡ya!
El caso es que el Niki campechano de los últimos años no puede ser entendido en su dimensión ni complejidad si no tenemos en cuenta al otro, al que sorteaba emboscadas casi a diario porque se sabía una diana constante.
El resto, el sobado permanente de su propia historia, forma parte del maquillaje que precisaba un tipo que seguramente no estaba orgulloso de todo lo que había hecho, que a pesar de no haber querido renunciar jamás a que su cara y cabeza mostraran las heridas sufridas en Nürburgring, necesitaba sentirse guapo y en paz consigo mismo para disfrutar como un niño en cuanto recibía una pizca de cariño.
Cuentan que Wiston Churchill desestimó un pretendiente al puesto de ministro porque apenas tenía enemigos. Niki los tuvo, envidiosos, fuertes y duros, era un león de los que apenas nos quedan, y se le extraña, claro que sí.
Os leo.
Cuentan que Wiston Churchill desestimó un pretendiente al puesto de ministro porque apenas tenía enemigos. Niki los tuvo, envidiosos, fuertes y duros, era un león de los que apenas nos quedan, y se le extraña, claro que sí.
Os leo.
" forma parte del maquillaje que precisaba un tipo que seguramente no estaba orgulloso de todo lo que había hecho, que a pesar de no haber querido renunciar jamás a que su cara y cabeza mostraran las heridas sufridas en Nürburgring, necesitaba sentirse guapo y en paz consigo mismo para disfrutar como un niño en cuanto recibía una pizca de cariño."
ResponderEliminarA esto se le llama humanidad. No todos nos sentimos orgullosos siempre de nuestro hacer, y a casi todos nos gusta mostrar nuestras heridas de guerra, aunque se me antoja complicado querer igualar las de Niki, un tipo al que aprendí a querer, y que les den a los plumillas, esos que si en su vida hubieran arriesgado algo que no fuera su propia comodidad, vergüenza debería de darles atizar a el austríaco, que al menos, siendo de familia rica y la oveja negra, se jugó la vida haciendo lo que le realizaba en la vida.
Incredible story about Niki Lauda. We lost a true great this year. https://t.co/IsDlCVyNfW
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