En ese afán desmedido por parecer lo que no es, Hamilton ha abierto un melón que como no se ande con cuidado puede reventarle en la cara como un globo lleno de agua.
El británico se caracteriza por esa manía tan suya de meterse en berenjenales de los que siempre sale con ayuda. Lo hizo en 2014, cuando inició una guerra piscológica contra Rosberg cuyo primer episodio se desarrolló en Mónaco y el último sucedió en Bélgica, cuando hicieron falta Dieter Zetsche, Niki Lauda, toda la prensa británica y media corte celestial para parar los pies a un alemán de buena cuna al que le importaba un pimiento de dónde había salido su compañero porque en aquel preciso instante lo que defendía Nico era el liderazgo en la general de Pilotos.
Viste mucho andar de victimita flanderiana por la vida y a Lewis le gusta interpretar este papel más que a un tonto una tiza. Su última cruzada ha dirigido sus flechas contra los pilotos con dinero y, claro está, todo el mundo ha girado la vista hacia Lance Stroll porque el canadiense es el paradigma en esto.
Luego echas la vista alrededor y se te despeja la cabeza porque desde 2007, momento en que el de Tewin aterriza en la Fórmula 1, no ha habido ni un miserable piloto con pasta que haya disputado un centímetro de territorio a esos que denomina Hamilton: pilotos con talento.
Obviamente, él forma parte de este último grupo. Negro, de familia pobre aunque los vecinos de Stevenage le mandaran a tomar por el flete por llamar suburbio a la localidad, tuvo la inmensa fortuna de que Ron Dennis se fijara en su enorme talento y de ahí p'alante, con dinero abundante y alfombra roja hasta el infinito y más allá...
Es difícil resultar tan gilipollas, y siento decirlo así.
Para el establishment, tanto el lugar de nacimiento como el color de la piel siempre han supuesto oportunidades a explorar, como dejó claro Bernie Ecclestone cuando en una de estas cosas que surgieron a cuenta de que las mujeres buscaban su pequeño espacio en la máxima disciplina, el Boss no tuvo mejor ocurrencia que afirmar lo siguiente en 2009: «A mí me da un poco igual quién llegue, pero si fuera por mis preferencias, a la F1 le falta una mujer negra, judía y que gane carreras, a poder ser...» [A la F1 le falta una mujer negra, judía y que gane carreras].
Lo del «a poder ser» daría para muchas entradas pero es mejor que lo dejemos aquí, porque como venía diciendo, en las últimas dos décadas ni un solo piloto con pasta ha conseguido ensombrecer, no ya a los pilotos con talento, sino a esos pilotos que han sido tocados por la varita de las necesidades del negocio, entre los que se encuentra, cómo no, el lacrimógeno Hamilton que ha surgido del éxito de un conductor que no tiene otra cosa mejor que hacer en la vida, que andar retocando su pasado quizás porque al que no le gusta cómo ha llegado a la cima del Olimpo es a él.
Os leo.
Os leo.
lo del a poder ser es para mearse...me imagino a Bernie con copa champagne mirando su Rólex y diciéndole a Charlie por el pinganillo que ya toca darle al botoncito para que gane la conguito judía(sin ánimo de ofender a nadie, simplemente lo pongo como creo que se lo diría la bruja de blancanieves al blanqueador manipulador), y de repente todos los coches van un segundo más lento menos el de la reina de ebonita con apellido Klein.
ResponderEliminar... o Rothschild.
ResponderEliminarSaludos desde el Coño Sur