sábado, 26 de octubre de 2019

Todo tiene un principio


Os he contado alguna vez aquí mismo, en Nürbu, cómo me aparté del París-Dakar en mis años mozos por desavenencias con el formato. Se corría fundamentalmente en África y atravesaba poblados o discurría muy cerca de ellos... Bueno, pasaba lo que tenía que pasar cuando se asumen riesgos por gente a la que ni le iba ni le venía que el raid fuese, ya entonces, una de las pruebas más famosas y exigentes del mundo, y me alejé, más o menos de igual forma que me pasó tiempo después con la Fórmula 1, durante los años más aburridos del dominio de Ferrari y Schumacher.

Uno vuelve. Cuando te has metido el veneno en las venas siempre acabas volviendo a Gomorra, y me ocurrió antes de la cancelación de 2008, y lo que en esos momentos era un vulgar picoteo con intención de no pecar se fue convirtiendo en algo más a partir de que la carrera se desarrolló íntegramente en Sudamérica —supongo que la participación de Carlos Sáinz también tuvo algo que ver, no lo vamos a ocultar—. En principio, el renovado atractivo se basaba en que el Dakar se había vuelto aparentemente más respetuoso y seguro para los espectadores. 

Seguía originando muertes, claro está. Ha sido siempre una de sus constantes, pero éstas ya no eran como las de antes o yo lo percibía diferente porque ya empezaba a acumular años más allá de mis posibilidades. Y el caso es que, a lo que vamos, esta próxima edición se va a celebrar en uno de esos países que necesitan crear buena imagen y disponen de suficiente dinero como para comprar todo el narcótico que haga falta.

Dudo mucho que Thierry Sabine hubiese transigido con llevar su carrera a Arabia Saudí, pero es una opinión personal que no tenéis por qué tener en cuenta —a él le gustaba el Continente Negro, África. Se cuenta que tuvo la idea germinal del París-Dakar mientras pasaba un par de noches al raso, perdido en el desierto del Teneré mientras disputaba en moto el Rally Abidjan-Niza, sin agua ni víveres para aguantar una jornada más antes de ser rescatado—, pero el caso es que Sabine falleció en 1986, y parecido a como le pasó a Enzo Ferrari con su creación, después de su muerte el legado del francés también ha seguido derroteros menos románticos y más comerciales.

Sea como fuere, los desiertos y zonas rocosas de Arabia Saudí van a ser el decorado de nuestro próximo episodio y hay que aceptarlo, y lo digo porque en principio había decidido hablar lo justito pero de un tiempo a esta parte he cambiado de opinión. Hay que conocer Arabia, ¿no?, pues en la medida de mis posibilidades intentaré que la conozcamos, porque, curiosamente, ésa era una de las intenciones del promotor del París-Dakar: que en Occidente se supiera que existían realidades más allá de la punta de la nariz de los aficionados.

Os leo.

2 comentarios:


  1. C´est le Dakar, Patron!.

    Cuentan que esta era la respuesta de Sabine cuando algún participante iba a quejársele de la dureza. Muerto Thierry, su padre, Gilbert, se hizo cargo de lo que ya era un negocio, que siguió creciendo de forma exponencial con la presencia de los equipos oficiales, ya alejado de aquella idea romántica de correr con cualquier cosa que te preparabas en el patio trasero de tu casa.

    De África se fue después de que los promotores, ahora ya el ASO, se negaran a engrasar a los grupúsculos paramilitares que les chantajeaban con la seguridad. Encontró refugio en una región emergente en aquel momento como Sudamérica, en la que, además de encontrar seguridad y civilización, los gobiernos engrasaban el mecanismo de la propia organización que cobraba a participantes y a gobiernos locales. Vista el año pasado la crisis de estos países y sin una rentabilidad clara, la organización ha seguido buscando países en los que hacer negocio. Ese el el verdadero espíritu del Dakar, desde antes de la muerte de su fundador. Aun así, sigue siendo apasionante como carrera para los pilotos y para los espectadores. De hecho, como ya hemos comentado, sigue siendo la última competición con la que un Amateur (con suficiente financiación) podría llegar a correr mezclándose entre profesionales.

    Hay otras carreras que sí conservan ese espíritu de aventura de los inicios del Dakar, como la Africa Race, pero que, por diferentes circunstancias, no tienen la difusión mediática ni el tirón entre los aficionados de la franquicia original. En cualquier caso, como todos los finales de año, estaremos expectantes a la carrera invernal por excelencia, ahora ya con el Rey Monte completamente eclipsado, salvo que uno que yo me sé decida sentarse en un Toyota WRC un año de estos...

    Salu2!

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  2. Ni a Prost, ni a Fittipaldi, ni a Steward, ni a Fangio, ni tan siquiera a Mansell... Raikkonen un poco a Hunt, en lo del hielo en los cubatas y tal, pero nada de épica.

    La generación de los cartonatos ha hecho mella en un deporte cada vez más aburrido.

    Salu2!

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