A quién no le ha pasado alguna vez que clasifica mal el sábado y, el domingo, firma una deliciosa carrera saliendo desde el infierno con un coche todavía a medio cocer, en la que hay remontada y un par de buenos adelantamientos en pista.
A quien no le ha ocurrido que después de lo contado en el primer párrafo, se acaba superando al compañero y en el último giro, ¡zas!, un encuentro con Pierre Gasly termina con tus aspiraciones en las protecciones, aunque el hada madrina está de guardia y, por un azar del destino, la bandera a cuadros se depliega antes de tiempo y de las 53 vueltas al circuito de Suzuka se contabilizan sólo 52 y, bueno, te ha venido Dios a ver y concluyes en los puntos, concretamente en la plaza nueve...
Nos pasa muy a menudo, lo que sucede es que no caemos en la cuenta lo suficiente, no contamos las veces que nos ha venido a visitar la diosa Fortuna y cuando valoramos la actuación de Checo Pérez durante el Gran Premio de Japón, nos quedamos en la anécdota con tal de no reconocer el inmenso trabajo que hubo detrás de esa salvada por la campana.
Os leo.
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